Por Ramón Castro y Castro, obispo de Cuernavaca y presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano.
Publicamos un extracto de la intervención del presidente del presidente de la CEM, monseñor Ramón Castro y Castro, en el marco del 10° Congreso Nacional sobre Libertad Religiosa, que se llevó a cabo en Ciudad de León, Guanajuato, el 28 de agosto del 2025
Muchas gracias por invitar a la Iglesia Católica, a través de mi persona, al “Congreso Nacional sobre Libertad Religiosa” en su décima edición. Contextualizando, lo que define lo acontecido en estos últimos 10 años es “cambio acelerado” en todos los aspectos de la vida social y cultural.
La vigencia del pensamiento débil
Hace 10 años la secularización de la cultura en México no era tan extensa ni tan profunda. Hoy, amplias capas de la sociedad de todos los estratos sociales, sobre todo en las jóvenes generaciones, encontramos que lo común es que “vivan como si Dios no existiera”.
Dicho de otra manera: el “pensamiento débil” (Gianni Vattimo) y la “posmodernidad” han llevado a muchos a estar convencidos de que es inútil buscar la verdad de las cosas y, sin este presupuesto, la dimensión religiosa de las personas se disuelve y se va perdiendo, enfocando la existencia humana personal al “bienestar”, al “consumo”, al “gozo”, al “rendimiento económico”, a la “acumulación” y a “optimizar el tiempo”. Es decir: la realidad se reduce a “pura vida inmanente”.
Dicho ambiente cultural, propio de Occidente, ha penetrado también en las mismas Asociaciones Religiosas en muchos países y México no es la excepción, al grado que muchas A.R. experimentamos una baja sensible de miembros, así como un venir a menos en el interés de las personas en “buscar la verdad sobre Dios”, la verdad sobre la vida humana y el sentido último de las cosas, lo que incide, naturalmente, en la calidad de la experiencia religiosa de los que mantienen la llama de lo trascendente aún encendida.
Este sustrato cultural también ha favorecido la penetración de “ideologías” en los partidos políticos en México, y particularmente en el que hoy detenta la autoridad y el poder político, de forma que el ejercicio de gobernar para el Bien Común Nacional, ha sido distorsionado, por ejemplo, en la comprensión de los Derechos Humanos, y esto a través del uso faccioso de términos equívocos o contenidos ambiguos que no tienen relación con la naturaleza misma de las cosas, como en el caso de muchas cuestiones que emergen de la “ideología de género” y, también, de las versiones más radicales del “feminismo”, ideologías ya presentes en los libros de texto de educación básica en México.
Relaciones superficiales y desconfiadas
Hoy asistimos a la reducción de miras y al extravío gnoseológico, por lo que se hace necesario llevar la acción del Estado-gobierno a los terrenos de la “vigilancia” y el “control”, incluso al “silenciamiento” de las voces de líderes religiosos que, en el uso de su libertad y como parte esencial de sus convicciones religiosas, entonces “denuncian injusticias”, “señalan violación de derechos humanos”, o el “incumplimiento de las elementales tareas del gobierno”, como pueden ser, a manera de ejemplos, la de garantizar protección social, seguridad pública y condiciones de civilidad y de paz.
Las relaciones de las Iglesias y Asociaciones Religiosas con el Estado, en los últimos 10 años, han sido formales y diplomáticas, hasta podríamos decir “superficiales”, pero infectadas de mutua desconfianza; se han convertido en un terreno escabroso que hay que caminar con mucha precaución o, preferiblemente, no caminarlo, de forma que el saldo final de toda esta dinámica es que no se garantiza plenamente el derecho a la libertad religiosa de las personas.
Finalmente, en la ecuación que rige la relación “Estado-gobierno con las AR en México”, los individuos o las personas no están presentes, solo las Asociaciones como “sujetos de derechos y obligaciones”, y el gobierno como “autoridad laica fiscalizada y controladora”, más que como instrumento neutro garante de los derechos humanos, pero desde fundamentos sólidos y perennes no sujetos a intereses ideológicos y políticos.
La “fría formalidad” de las relaciones entre las Asociaciones Religiosas y el Gobierno del Estado Mexicano, en los últimos años, ha hecho que se reduzca todo a Encuentros protocolarios o de rutina, sin objetivos específicos hacia los cuáles avanzar, sin escucharnos, sin construir mejores condiciones que garanticen “la plena libertad religiosa a los ciudadanos”, los que son, primaria y directamente, los “sujetos de derechos”.
¿Ya es garantía consumada la libertad religiosa?
Como desde hace mucho tiempo, se han realizado “Encuentros” del gobierno con las Asociaciones Religiosas, reuniones más forzadas para la foto que otra cosa, propiciando, poco a poco, el considerar la libertad religiosa como “garantía consumada” en México, y como tema de ínfima importancia respecto de otros. Y eso es un grave error. Sucede que hoy es más importante defender supuestos derechos de animales y plantas, que la libertad religiosa de las personas.
No creo que estemos viviendo los mejores momentos para “la Garantía de la Libertad Religiosa en México”. Las Asociaciones Religiosas, otrora unidas y en diálogo permanente entre ellas con propósitos de bien común, nos hemos relajado y contentado con poco.
Los ciudadanos mexicanos, secularizados o en proceso de, aterrizan cada vez más en la “indiferencia religiosa” y el gobierno simula cumplir su deber, pero desestima el verdadero diálogo, menosprecia la buena voluntad de los actores religiosos, realiza más tareas de acecho, control e intimidación, en algunos casos también de persecución (ejemplo: el número de denuncias a ministros de culto católicos en los últimos años ha crecido).
Lo anterior ha colocado en un lugar inadecuado y periférico al “fenómeno religioso”, propio de toda cultura por motivos antropológicos, minusvalorando la dimensión religiosa del hombre que es, de suyo, relevante y profunda, natural y trascendente, resultando que se ha ubicado al derecho a la libertad religiosa lejos de las políticas públicas estatales.
Muchos pendientes por resolver
Así como urge una cirugía mayor para rescatar, elevar y “rehabilitar la política” en general, elevándola de su actual mediocridad; lo mismo se requiere en el campo de la educación pública, en la academia, en la investigación y en el desarrollo científico en el conjunto de ciencias que integran las humanidades; pero así también es urgente y necesario recolocar el “derecho a la libertad religiosa”, en México, como una asignatura destacada, con muchos pendientes por resolver, y por tanto, con grandes oportunidades para el desarrollo integral de las personas, de lo que se deriva, en segundo momento, el fortalecimiento de las Asociaciones Religiosas, así como de su contribución para la consecución de la paz social y el bien común en la sociedad.
La Iglesia Católica, por convicción, es siempre portadora de esperanza, lo que no es optimismo voluntarista, sino fe inquebrantable en que el hombre es capaz de cosas mejores y que, ayudado por la gracia (por la energía divina o lo verdaderamente sabre natural que nos rebasa), ayudados por quien llamamos “El Totalmente Otro”, “La Trascendencia”, “la Divinidad”, “La Luz” o simplemente “Dios”, el juego lo tenemos siempre a favor de la humanidad y nada puede salir mal.
La politización, la pérdida de densidad de la experiencia religiosa (fenómeno mundial muy extendido) la reducción de todo al materialismo consumista y pragmático (también en religión), la cultura del “solo existe lo inmanente y secular”, han llevado al Derecho a la Libertad Religiosa a desaparecer paulatinamente, pues la dimensión religiosa de las personas marca fuertemente “lo humano en crecimiento”, como ninguna otra experiencia humana.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 21 de septiembre de 2025 No. 1576