Por Jaime Septién
El pasado 30 de octubre celebró, con una Misa en La Congregación, 65 años de ordenación sacerdotal el obispo emérito de Querétaro don Mario De Gasperín. Una vida entregada: como párroco en Jalapa, maestro del seminario, segundo obispo de Tuxpan, octavo obispo de Querétaro, biblista, culto, lector exquisito, memorioso, formador de sacerdotes, abierto al trabajo de los laicos, El Observador debe a él buena parte de su existencia.
En la homilía de la Misa conmemorativa, don Mario refirió tres ideas que me parecen fundamentales para todos los que nos decimos católicos, incluyendo a los periodistas, aunque él lo dijo para los sacerdotes. Primero, que la Palabra, no nos pertenece. Segundo: que hay que predicarla con humildad, sabiendo que el otro a quien se le muestra a Jesús es libre y posee una conciencia que le haría capaz de contemplar el bien. Tercero: hay que hacerlo con valentía. ¿Cuántas veces nos quedamos calladitos, esperando que el otro se dé cuenta o que no se enfade por comiscarle lo que constituye nuestra fe?
Yo agregaría una cuarta idea, que no dijo don Mario pero que está en todas las acciones que le he conocido: “el bien decir no busca secretos”. Y para bien decir o para decir bien, hay que instruirse, leer, dialogar, interesarse más allá de la Misa dominical. Desde que iniciamos, hace ya 31 años, la aventura de El Observador hemos tratado de seguir esta línea trazada por don Mario. Muchos nos han dicho, ¡bájenle al nivel de sus artículos! No, queridos lectores, hay que desplazar la pseudocultura de la pantalla. No con moralinas o anatemas, sino con pocas, con buenas palabras, agarradas al Evangelio. Esto es: agarradas a la alegría de dar esperanza a un mundo brutalmente despojado de sentido.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 9 de noviembre de 2025 No. 1583






