Por P. Fernando Pascual
De nuevo, quedó encendida la estufa de gas cuando no hacía ninguna falta. Sabemos quién es el “culpable”. ¿Se lo decimos o lo dejamos por la paz?
Muchas veces tenemos miedo a decir las cosas. Miedo a la posible reacción del otro. Miedo a hacerlo mal y generar más problemas que soluciones.
Hay libros, artículos, páginas de Internet, que dan consejos sobre este tema. El problema radica en que no resulta fácil aplicarlos, porque no tenemos tiempo para leer esos textos, o simplemente porque, a la hora de la hora, no vemos por dónde ir.
Lo que sí podemos hacer es tomarnos un poco de tiempo para ver la situación con calma y no hablar desde rabias o impaciencias que no facilitan una buena comunicación.
Además, podemos pedir ayuda a Dios para encontrar las palabras y los modos mejores para afrontar el tema, con la mirada en un objetivo muy concreto: favorecer un clima de acogida que permita aceptar una corrección que surge desde el cariño.
Ello significa que el cariño debe estar presente, lo cual no es algo que se dé en muchos casos. Porque las tensiones, a la hora de corregir, son mayores precisamente cuando hay acumulado algo de rencor hacia el otro por sus comportamientos irresponsables, altaneros, o incluso ofensivos.
Hemos escuchado tantas veces el consejo de san Pablo: vencer el mal con el bien (cf. Rm 12,21). Ese consejo nos lanza a cambiar nuestro corazón, para limpiar todo aquello que exista de malquerencia hacia el otro, y para conquistar una actitud interna de benevolencia.
Esa benevolencia, unida a un buen análisis de la situación, hará más fácil encontrar las palabras adecuadas y el momento oportuno para decir las cosas.
Lo que luego ocurra no dependerá completamente de nosotros. Hasta el santo más humilde y prudente habrá encontrado oposiciones e incluso enfados cuando corregía a otros.
Pero al menos haremos nos esforzaremos para decir lo que sea mejor para todos, superando el miedo a lo que vaya a ocurrir, y rezando para que se inicie un camino de mejora en las relaciones y en los comportamientos concretos de quienes viven a nuestro lado.
Imagen de Ирина Гараева en Pixabay





