Por P. Joaquín Antonio Peñalosa

La palabra yuppy brincó a la calle el año de 1983 en Nueva York. Había nacido una nueva realidad. Yupis son los jóvenes hombres de negocios, audaces, agresivos, sofisticados, que surgen en las grandes ciudades de Estados Unidos de América, Inglaterra y Japón y que, en plena juventud, con todo el sol en la frente, lucen entre la flor y nata de la vida social y económica. Son los millonarios de 25 años de edad.

Si el hombre de negocios de ayer hacía fortuna cuando no podía disfrutarla ya, por la enfermedad o la vejez; los yupis de hoy en día alcanzan la fortuna con menos sinsabores y cuando pueden disfrutar de jaguares, residencias, joyas, yates, hoteles de cinco estrellas y demás anexos.

Su habilidad para las finanzas, sus relaciones públicas, sus largas horas de trabajo y sobre todo el hecho de fijar como ideal de la vida, la abundante posesión del dinero, explica este fenómeno del más refinado neoliberalismo. Los yupis están conscientes de que la felicidad no procede de la paz interior, de la cultura, de la familia, de la amistad, ni siquiera del amor, sino que surge exclusivamente del dinero todopoderoso. “Ganemos dinero y gastémoslo sin límites ni vergüenza”, tal es su programa de vida –si a esto puede llamarse vida–, y tal es la victoria de la sociedad del consumo por el consumo.

Piensan los yupis que el dinero no brota nunca en enormes cantidades, rápidamente adquirido por medio del ahorro, sino por la habilidad sin muchos escrúpulos morales en sus transacciones comerciales o industriales, por la ocasión aprovechada astutamente, por el esfuerzo sin tregua de ganar y ganar y por la astucia en el campo de la especulación.

Estos jóvenes empresarios dedican largas horas a preparar a sus colaboradores para que sean más eficaces en la labor requerida por la empresa, partiendo de un lavado de cerebro que los disponga, casi como autómatas deshumanizados, a laborar denodadamente por la conquista del dinero. Son educados para adorar a un solo dios: el éxito, el éxito que radica en ganar más para gastar más. Su lema es este: Para arriba o para afuera.

El crecimiento constante del yupismo –aun en naciones tercermundistas– que no es otra cosa sino la moral del triunfador, surge de una sociedad egoísta y puramente material de la que todos somos víctimas y culpables.

El becerro de oro vuelve a ser el ídolo universal. Porque nuestra moral, que no es nada moral, resulta estrictamente utilitarista tanto en los medios empleados como en los fines propuestos. Nuestra escala de valores se ha vuelto loca de remate. El premio Nobel, Bertrand Russell, observó que “sin moralidad cívica las sociedades perecen, y sin moralidad personal carecen de valía”.

Artículo publicado en El Sol de México, 7 de febrero de 1991; El Sol de San Luis, 9 de febrero de 1991. Monseñor Peñalosa desarrolló una incesante labor periodística y poética. Entre sus libros destaca Minicharlas para personas muy ocupadas

 


 

Por favor, síguenos y comparte: