Por Rubicela Muñiz
Todas las ciudades tienen zonas catalogadas como “peligrosas” debido a la formación de grupos o bandas que generan cierta tensión. Originario del Barrio de Menchaca (Querétaro, México), el artista Saúl Aguas está cambiando esa percepción a través de sus murales.
“No soy religioso, pero prefiero mil veces que pinten algo así, que tener rayones por todas partes o cosas sin sentido”.
Este fue el comentario que recibió Saúl mientras pintaba una imagen de la Virgen de Guadalupe sobre un muro de la vía pública en su barrio, una anécdota que encapsula la recepción positiva de su trabajo.
Del diseño gráfico a la pintura
De profesión diseñador gráfico, a Saúl le atraía lo visual, aunque la pintura no era su interés principal al inicio. “Yo creía que solo los que nacían con el don eran los que pintaban”, comenta. Al descubrir que existía una metodología y ejercicios para aprender, comenzó su camino. Aunque trabajó en agencias de diseño, sentía un vacío. Practicaba la pintura los fines de semana hasta que se convenció de su vocación, estableciendo objetivos para poder vivir de ella.
Un epicentro de color en Menchaca
Aunque nació en Pinal de Amoles (municipio de la zona serrana de Querétaro), Saúl vive en el Barrio de Menchaca desde los dos años y lleva cuatro años realizando murales con diferentes temáticas: “Todos los que pintan quieren empezar en el centro de la ciudad, en donde todo mundo los vea; donde hay más turismo. Pero yo quería empezar por mi lugar de origen. Sentía que alguien lo tenía que hacer”.
Observó que la colonia solo tenía grafitis, no murales, o los existentes eran “mediáticos” (de concepto efímero), y decidió hacer de Menchaca un epicentro de arte duradero. Comenzó en el centro de la colonia con homenajes a fallecidos, imágenes religiosas y flores, extendiéndose gradualmente a los alrededores.
Identidad y fe en los muros
Actualmente, Saúl está por inaugurar un mural en la capilla María Madre de Dios de la colonia El Tintero (Querétaro). Gracias a trabajos previos en la iglesia de Menchaca y en capillas, lo contactan para plasmar el valor de la vida desde su concepción y el valor de la infancia y la familia bajo el amparo de la Virgen.
El mural, de aproximadamente 42 metros cuadrados, incluye ángeles con características de niños comunes (diferentes tonos de piel y ropa) o con alguna discapacidad, con la intención de que todos se identifiquen: “Me ha tocado que pasan los niños y dicen ‘este soy yo’, ‘este se parece a alguien’.”
La obra, que lleva más de tres meses de ejecución, busca una construcción visual con la narrativa correcta: “Cuando llegué por primera vez me pareció que el lugar no era muy concurrido, pero con el paso de los días me di cuenta de que hay escuelas cerca y que mucha gente lo va a poder admirar. Cada que pasen podrán observar un nuevo detalle”.
A la fecha, Saúl ha pintado alrededor de 20 murales con temática religiosa, como la Virgen de Guadalupe, San Martín Caballero, San Judas Tadeo, el Divino Niño, la Divina Misericordia, la imagen de Cristo Nazareno, entre otros. Uno de sus primeros nazarenos, inicialmente provisional, ha permanecido en su lugar por cuatro años, siendo incluso bendecido y un punto donde la gente se detiene a orar.
Sanar el lugar donde vivimos
Saúl busca que sus murales den un impulso, motivación e inspiración a las personas, especialmente en una colonia con mala percepción.
“Mi colonia tiene mala fama; la ven como una colonia peligrosa, pero quiero que, quien vaya o quien salga a la calle y vea el mural, de alguna forma la imagen lo tranquilice. El mural te apacigua de esas malas percepciones. Te cambia la vista”.
El artista reflexiona sobre el estigma: “Tanto te hablan mal de tu colonia que uno mismo se lo cree y es difícil quitarse ese mote, esa etiqueta”. El objetivo de Saúl es inspirar a la gente del barrio a sanarse a sí mismos y a su entorno, mostrando cosas buenas y positivas, ayudando a los niños a “ver las cosas positivas” a futuro.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 21 de diciembre de 2025 No. 1589





