Por Jaime Septién
Me refiero al título del nuevo libro de Rob Riemen. Como en los títulos anteriores (Nobleza de Espíritu, Para combatir esta era y El arte de ser humanos) cuenta historias, historias de grandes y pequeños pensadores, de héroes conocidos y desconocidos, siempre con la intención de recobrar la democracia, el arte de vivir juntos, el supuesto fundamental de la vida humana como manera de ser personas.
La lucha de Riemen es nuestra lucha: resaltar —en tiempos de canallas y de inteligencias artificiales—la nobleza del espíritu, la palabra que vence a la cultura de la muerte, a la muerte misma. Sin ser (o al menos no reconocerlo en sus textos) un hombre religioso, sabe que “lo esencial es invisible para los ojos” y que lo que vale la pena, aquello que nos hace creativos, generosos y buenos ciudadanos, solo es posible, como hacía decir Saint-Exupéry a su Principito, “cuando se ve con los ojos del corazón”.
El lenguaje del amor, el lenguaje del arte, dan forma a la existencia humana. Con ellos —y no con ideologías baratas, construidas con mentiras de prosperidad individual y falsas promesas de igualdad—“se apagará, por fin, ese incendio que es la fiesta mundial de la muerte, ese fuego que fue encendido a principios del siglo XX por los seguidores de Grandeza y la Gran Cantidad.”
De lo que se trata, según Goethe, es de lograr un éxito que no sale en los titulares de los periódicos ni se hacen ruedas de prensa sobre ello: “Estar en la vida con dignidad y ser más fuerte que la muerte”. ¿No da la fe cristiana esa dignidad y ese canto a la vida que conmueve y eleva el espíritu hasta tocar lo esencial de la esperanza?
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 30 de noviembre de 2025 No. 1586





