Por Jaime Septién
El filósofo coreano Byung-Chul Han, fiel a su costumbre, ha sacado un nuevo libro este año. He leído varios de ellos, pero éste me parece el mejor: Vida contemplativa. Se trata de un “elogio a la inactividad” en la que este especialista en Heidegger (¿se puede ser eso?) recupera las ideas del “maestro de Alemania” y propone, frente al consenso de las leyes del mercado (trabajo + actividad = éxito), una construcción de lo inútil, el paseo sin rumbo fijo, el arte y el lujo.
Con su estilo machacón, de frases cortas, amparado en personajes como Nietzsche, Adorno o Walter Benjamin, por citar solo algunos, además de Heidegger, Han afirma que lo humano, lo verdaderamente humano es la inactividad. Ojo: no el tiempo libre, sino “la cuota de inactividad” que hay en el hacer. La idea, desde luego, no es nueva; sin embargo, el mundo capitalista occidental ha satanizado el “no hacer nada”. En aras de la “libertad de acción” lo que ofrecemos es nuestra vida para que sea explotada.
“La vida sólo recibe su esplendor de la inactividad. Si se nos pierde la inactividad en cuanto a capacidad, nos parecemos a una máquina que solo tiene que funcionar”. Frente a la dependencia que procede de la actividad productiva, la independencia que se desprende de hacer aquello que a los ojos de la organización social contemporánea es inútil. Como, por ejemplo, el arte y la cultura; la lectura, la vida sosegada, la oración, el amor por lo que importa, por lo que nos humaniza, el sencillo trato de lo que nos vuelve uno con la Creación.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 9 de abril de 2023 No. 1448