Por P. Eduardo Hayen Cuarón
Muchos jóvenes se vuelven al socialismo por sentir la necesidad de que un papá gobierno les organice la vida. Jóvenes que, generalmente están enojados con su existencia por haber tenido una familia disfuncional, o que crecieron sin una brújula moral y con ideologías torcidas sobre el género y la sexualidad; que nunca tuvieron a Dios en el horizonte de sus vidas y por ello nunca se sintieron hijos; jóvenes que se sienten sólo una pieza más del engranaje de una economía capitalista, y por ello se creen manipulados. Hambrientos de amor, de comunidad profunda, de sentido y de justicia, y deseosos de una vida que trascienda el consumismo actual, muchos ponen sus esperanzas en la promesa compasiva del Estado como la único que puede dar sentido a sus vidas.
Los católicos no debemos tomar el socialismo como ideología ya que jamás ha cumplido sus promesas. Ahí donde se ha implementado sólo engendra opresión, pobreza y una visión atea del hombre. Pero tampoco el capitalismo individualista, agnóstico y manipulador es alternativa para un cristiano. Ni un Estado opresor, ni un mercado agobiante con las soluciones para la felicidad humana. El camino del cristiano es el humanismo que ayude a vivir al hombre según lo que es: hijo de Dios, creado para la verdad, la virtud, el amor, el matrimonio, la familia y la comunión, y un destino que está más allá de las fronteras de este mundo, y que es la vida eterna.
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