Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.
El desvelamiento del ‘Dios oculto’, es Jesús-Salvador-Dios con nosotros. En pocas palabras proclamamos el Evangelio de la Vida, la Buena Nueva de la Verdad, la proclamación del Amor divino, la Palabra encarnada por obra del Espíritu Santo, en el seno virginal, de María-Almah-Virgen-Parthénos-Ichpochtli-mujer entera.
El Padre natural del Hijo consustancial con él, no necesita padre al modo humano en el tiempo, pues tiene su Padre en la eternidad. Por eso la Madre es Virgen al modo divino por la acción del Espíritu Santo en el tiempo.
Por eso lo anunciado por el profeta Isaías ‘una virgen concebirá a un hijo, y su nombre será Emmanuel, que quiere decir, Dios con nosotros (Is 7, 10-14).
La profecía se hace acontecimiento en María Santísima. ‘El cielo no es geografía espacial, sino geografía del corazón. Y el corazón de Dios, en la Noche santa, ha descendido hasta un establo; la humildad de Dios es el cielo’, según el Papa Benedicto XVI. El Cielo es acogido en el corazón de María, en su Pimpollo divino, Jesús. Nace entre humildes, la cueva de Belén, pesebre, mundo pastoril, María y José, humildes, Dios la suma humildad.
El Jesús de la historia, es hijo de David, el carpintero-artesano; san José hijo de David, por su aceptación y compromiso, es el depositario de las promesas mesiánicas, y por eso, al ser por aceptación y acogida, Jesús adquiere el título de hijo de David, promesa mesiánica cumplida.
María Santísima no nos entrega una teoría o una idea, nos entrega al Hijo del Padre, ‘Dios verdadero, de Dios verdadero, engendrado no creado, de la misma naturaleza del Padre…’(Credo niceno constantinopolitano), que también es su hijo, carne de su carne, sangre de su sangre, alma de su alma.
Estos días, nos permitan prepararnos a celebrar y contemplar, el misterio del amor de Dios con nosotros. El Hijo de Dios al asumir nuestra condición humana, quiere que asumamos su condición divina, para ser por él, con él y en él, hijos de Dios, su Padre.
