Por Arturo Zárate Ruiz Ser profeta no es agradable. El mundo los detesta por, sobre todo, anunciar calamidades. Jeremías, elegido por Dios, intentó rehuir de ese rol: «Ay, Señor, Yavé, ¡cómo podría hablar yo, que soy un muchacho!» Lo menos que uno sufre es...