El Observador está de fiesta. Hemos llegado a nuestra edición número mil. Esta cantidad se dice pronto, pero ha implicado 19 años de trabajo constante y muchas veces a contracorriente.

El motor

Un equipo de edición de contenidos impresos y digitales, uno de distribución y uno de administración son el motor. A ellos hay que sumar más de 50 colaboradores nacionales e internacionales que han pasado por nuestras páginas, todo esto coordinado por el matrimonio Septién Urquiza.

El proceso

Los contenidos impresos y digitales nacen del análisis de la realidad. Revisamos la información, verificamos fuentes, redactamos y, finalmente, los presentamos a ustedes con un diseño innovador y profesional.  Una vez que los contenidos del periódico están listos se envían a la imprenta. Allí sigue el proceso de calidad; durante la impresión se verifica constantemente que los colores estén ajustados, que las imágenes se vean con nitidez.  Finalmente, nuestro equipo de distribución, por medio de vehículos propios, el correo, mensajerías privadas y hasta en bicicleta, hace llegar el periódico a decenas de parroquias en diversos puntos de México. A través del correo llegamos a nuestros suscriptores más lejanos; es una labor personalizada pero que nos permite esa cercanía.
Esto es lo que convierte papel en blanco en el periódico que usted tiene en sus manos.

Miles de horas hombre se invierten en este esfuerzo, cuya finalidad es que ustedes, amables lectores, tengan en sus manos información que forme, noticias que anuncien el Evangelio, denuncias que nos muestren los retos como católicos. A todos los que colaboran o han colaborado en este esfuerzo evangelizador, muchas, muchas gracias.

Así nacimos

El Observador nació en medio de la adversidad. Fue en 1995, un tiempo de crisis económica. Aún se sentían los embates de las convulsiones políticas del año anterior. En este contexto, el matrimonio formado por los periodistas Jaime Septién y Maité Urquiza, junto con los obispos de la entonces región Bajío, don Mario de Gasperín Gasperín , don Arturo Symanzki Ramírez, don Rafael García González  y don Humberto Velázquez Garay dieron el primer impulso a este proyecto. Parte importante en ese arranque fue un grupo de empresarios católicos que generó los recursos para solventar las primeras ediciones. A estos pastores y bienhechores, muchas gracias por cobijar esta obra para Dios.

Atendiendo al llamado del Papa Benedicto XVI de predicar en las ágoras digitales, también nos encontramos en internet a través de nuestra página y en las redes sociales más importantes: Facebook y Twitter. En estas últimas somos líderes latinoamericanos en cuanto al alcance e impacto de nuestras publicaciones.

Buscando estar a la vanguardia de la información hemos hecho alianzas con agencias católicas tan prestigiadas como Aleteia, uno de los líderes mundiales en generación de noticias. Todo este caminar ha tenido dos objetivos: brindarte a ti, lector, un producto profesional, de vanguardia, que muestre lo pequeño y grande de la fe. Y con ello, darle mayor gloria a Dios.

El reto

Es un orgullo poderles servir. Jaime Septién, nuestro director, expresa el sentido de nuestra labor:  «Seguiremos en la brega.  Sabedores, con el Papa Paulo VI, que el mayor drama de nuestro tiempo es el divorcio entre fe y cultura.  Valoramos la fe por encima de todo.  Pero la fe que se hace obras. La fe que dialoga con el mundo y lo impregna de humanidad.  El Observador sigue.  Mil gracias a ti que nos lees.  A usted, madre de familia, que nos considera suyos.  A los obispos que nos han brindado su confianza, a cada uno de los sacerdotes que nos permiten entrar en sus templos».

Esto apenas comienza; esperamos que esta obra tenga muchos años de vida.  Mil, mil gracias por su lectura.

Por Omar Árcega

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