AGENDA INTERNACIONAL | Georg EICKHOFF |

 

es don dinero”, así decía el poeta Francisco de Quevedo, hace 400 años. Hoy se discute nuevamente la influencia de un banco como Goldmann Sachs, cuando el Presidente electo de Estados Unidos entrega el poder a ex empleados de esta empresa global.

Steven Mnuchin como futuro Secretario de Finanzas, Steven Bannon como estratega en jefe de la Casa Blanca, Anthony Scaramucci en el equipo de transición, Gary Cohn como posible cabeza del Office of Managment and Budget de la Casa Blanca, todos estos hombres de Trump tienen en común el hecho de que son también hombres de Goldmann Sachs.

No es nada nuevo para este banco, colocar sus empleados en funciones de poder público. El caso más conocido, a nivel global, es el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi. Poco importa que Goldmann Sachs haya sido uno de los actores principales para ayudar al gobierno de Grecia a esconder sus verdaderas dudas las cuales generaron la crisis de la moneda europea del año 2010. Poco importa, en Estados Unidos, que Goldmann Sachs haya sido uno de los causantes principales de la crisis financiera mundial del 2008 y uno de los principales beneficiarios de los gigantescos fondos gubernamentales para estabilizar la banca privada.

En Washington, tampoco es nuevo el efecto de “puerta giratoria” entre Goldmann Sachs y el gobierno. Robert Rubin, empleado de Goldmann Sachs entre 1964 y 1992, fue Secretario de Finanzas, en el gobierno de Bill Clinton, y sigue asesorando al Presidente Barack Obama. Henry Paulson llegó a ser jefe de Goldmann Sachs (1999 a 2006) y después Secretario de Finanzas de George W. Bush (2006 a 2009).

Cuando Donald Trump, durante su campaña electoral se mostró como defensor del hombre sencillo frente al gran capital, representado en su imaginario por su contrincante Hillary Clinton, entonces criticaba también los efectos de la “puerta giratoria” que hace difícil saber quién es quién en Washington.

Ahora será difícil saber quién es Donald Trump. Lo que está claro es que hay un Trump antes y otro después de la elección. También está claro que hacen falta líderes que saben de economía sin responder a los intereses de los grandes bancos.

No solamente en Estados Unidos, en el mundo entero, una cantera de extracción para estos líderes deberían ser las universidades católicas inspiradas en la Doctrina Social de la Iglesia, la cual, desde la encíclica Quadragesimo anno (1931) no se casaba “ni con el Kremlin ni con Wall Street”, como solían decir los líderes políticos católicos del siglo XX.

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