Por Jaime Septién

En el reporte del año 2013 del Foro Económico Mundial, México se ha situado en el lugar 121 de 142 países en materia educativa.  El año pasado ocupaba el 107.  O sea que, como el cangrejo, vamos para atrás en un asunto al que no hay político que no le sobrevenga la frase de que “es la palanca del desarrollo”.

Pues nuestra “palanca” es de las peores del mundo, cuando en tamaño de mercado (casi equivaldría a decir, en tamaño de la economía) estamos en el sitio número 11 del mundo.  El costo de esta brecha lo vemos hoy mismo: ocho de cada diez mexicanos o están en la pobreza o en el umbral de la pobreza.  Un pasito, nada más, y caerán en el abismo.

Por lo mismo –y dado que Oaxaca y Guerrero siempre figuran entre los estados más pobres del país—mueve a perplejidad que los maestros de la CNTE hayan tomado como rehén a la capital de la República, pues están en contra de que se les evalúe y se les premie o castigue si pasan o no un examen.  Si vieran el rostro del desastre educativo estarían en las aulas, no en Paseo de la Reforma.

Porque, finalmente, son los niños los que pierden.  Y con ellos el país en su conjunto.

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