Con diversos actos religiosos y culturales, la comunidad de la Compañía de Jesús y la Arquidiócesis de Cartagena han celebrado este lunes el día de San Pedro Claver, patrono de los derechos humanos y defensor de los derechos de los más desvalidos. El santo jesuita murió el 9 de septiembre de 1654, motivo por el cual en Colombia se celebra el Día Nacional de los Derechos Humanos en esta fecha.

«Esclavo de los esclavos»

Pedro Claver, nació en Verdú, Cataluña, España, el 25 de junio de 1581 y murió en Cartagena, Colombia, en 1654. Ingresó a la Compañía de Jesús y estudió en Palma de Mallorca y en Barcelona; y, desde 1610, en Cartagena, hasta su ordenación en 1615.

Se dedicó a atender esclavos con su cuidado médico, consejo, visitas, catequesis y misiones populares; a eso añadió penitencias corporales, con flagelo y cilicio y ayunos hasta su muerte durante una epidemia. Fue considerado santo en vida.

Fue beatificado por Pío IX, el 16 de julio de 1850; y canonizado por León XIII, el 15 de junio de 1888. Se le considera Patrón de Cartagena y protector de la población negra y de la servidumbre. Se le presenta en la iconografía con la sotana negra y con un crucifijo y uno o más negritos cerca, por atributos.

 «Mercado de ébano»

Se calcula que entre los siglos XVI y XIX fueron traídos del África a América entre doce a catorce millones de esclavos. Eran perseguidos como animales en su patria, atados con cadenas y transportados en las calas oscuras, húmedas y apestosas de los barcos hasta el Nuevo Mundo.

Las condiciones en que se encontraban a bordo eran horrorosas y superan cualquier descripción. Muchos enfermaban y morían. Se calcula que un tercio «de la carga» se perdía por esta causa. Ellos pensaban que los traían para matarlos, y que su sangre servía para pintar las banderas de los barcos. La realidad era otra, pero no menos cruel: llegaban para ser vendidos en el que se llamó «mercado de ébano» y repartirlos por toda la América. Un mercado de carne humana.

Algunos, muy pocos, se compadecían de estas pobres gentes. Asomaba entonces una pequeña luz de esperanza que les tendía la mano para aligerarles el dolor y animarlos un poco. Uno de ellos, el principal, fue el padre Pedro Claver, quien les mostraba un inmenso amor y les recordaba que eran hombres y mujeres dignos de respeto, que él sería su defensor, «El esclavo de los esclavos».

Un caso extremo de solidaridad

Para el sacerdote jesuita Tulio Aristizábal Giraldo, historiador colombiano que conoce palmo a palmo la vida de San Pedro Claver, son muchas las enseñanzas que dejó el esclavo de los esclavos mientras estuvo en este mundo. Tanto así que afirma que el mundo de hoy está en una esclavitud peor que la que combatió Pedro Claver en sus tiempos.

«Pedro Claver trató bien a la gente que lo necesitó, a esos que los patronos consideraban objetos y no seres humanos. Nos enseñó que todos los seres humanos tienen derechos a los que hay que respetar».

Para el jesuita Pedro Trigo, san Pedro Claver es un caso extremo de solidaridad, tanto por lo que realizó como por la perspectiva desde la cual lo llevó a cabo. «Treinta y ocho años dedicado en cuerpo y alma a los esclavos, en el puerto de Cartagena, con altísima eficiencia y contentamiento de los destinatarios, es vivir una vida llevada hasta el extremo. Pero más aún lo es vivirla “desde el reverso de la historia”, es decir, perteneciendo a los esclavos. Pedro Claver se expropió a sí mismo para pertenecer a los expropiados de todo derecho, también del derecho de disponer de sí mismos.

La legitimidad de la esclavitud, en una sociedad cristiana, se amparaba en la distinción entre alma y cuerpo. El alma de los esclavos seguía siendo libre y pertenecía a Dios; el cuerpo, es decir, la fuerza de trabajo, estaba enajenada, ya que pertenecía al amo. Esta separación, literalmente diabólica, aparecía como tal por el dualismo de la cristiandad, agudizado en el postrento. Para pertenecer a los esclavos, Claver mortificó su cuerpo para vivir casi de forma exclusiva como símbolo espléndido del amor que Dios les tenía. Difícilmente encontraremos un santo que haya negado tanto su cuerpo, y es seguro que no habrá otro que haya abrazado y acariciado tanto a tanta gente con tanto amor.

La relación entre solidaridad y cuerpo es un tema crucial, en la época postmoderna, más aún, es un avance respecto de la modernidad. El cuidado es una actitud básica de nuestros tiempos. El cristianismo, desde su irrenunciable perspectiva creatural, asume esta perspectiva, pero dialectizándola. El caso de Claver, desde otra época, sin duda, puede arrojar mucha luz sobre el modo de encarar vitalmente este tema, desde el seguimiento de Jesús de Nazaret».

Para conocer más sobre la vida de este singular santo vea este enlace

 

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