Por Jorge E. Trasloshero H. /
El Papa tuvo la primera reunión con los ocho cardenales que integran su consejo. No hubo conclusiones; pero sí marcaron cinco líneas de reforma que afectan al Vaticano y al conjunto de la Iglesia: economía, consejo del Papa, curia, colegialidad y conversión pastoral.
La transparencia económica y financiera avanza por senda propia. Implica al Instituto de las Obras Religiosas (IOR) y al Vaticano. Se publican reportes cotidianos y se acumulan méritos para ingresar al club de los órganos financieros de mayor transparencia en el mundo. No hay mayores noticias, lo que es buena noticia.
Francisco publicó el quirógrafo por el cual quedó instituido oficialmente el “G-8”, formado a sugerencia de los cardenales durante las reuniones previas al cónclave. Cualquier especialista quedaría decepcionado pues nada tiene que ver con estrategias administrativas. Su objetivo es acompañar al Papa, no tiene capacidad de gestión, las sugerencias no son vinculantes, las decisiones las toma el Papa y puede modificarlo cuando lo considere necesario. Se sustenta en la comunión que nace de la caridad.
La curia vaticana debe romper su inercia centralizadora para servir mejor al Papa y a la Iglesia. El mensaje de los cardenales fue contundente. No se trata de ajustar la constitución “Pastor Bonus”, publicada por Juan Pablo II en 1988, sino de hacer una nueva en la cual también se contemple la eficacia en la gestión. No hay detalles, pero han corrido algunas ideas autorizadas por el cardenal hondureño Rodríguez Madariaga, coordinador del “G-8”, como para tantearle el agua a los camotes. Se esperan cambios en la Secretaría de Estado, fusión de dicasterios, mayor participación de laicos con capacidad profesional y compromiso eclesial y la creación del moderador de la curia, entre otras cosas.
Se quiere avanzar hacia una mayor colegialidad en la relación entre los obispos y de éstos con el Papa. La jerarquía de la Iglesia conoce en el Colegio Apostólico su forma natural de ser. Está encabezado por el Papa, cuya autoridad es indudable, en comunión con los obispos quienes, a su vez, deben nutrir su relación horizontalmente. Ha tenido variaciones en la historia, pero su sentido permanece. Ahora debe dar cuenta así de la expansiva diversidad de esta Iglesia presente en cada rincón del mundo, como de su unidad con San Pedro. El instrumento histórico de la comunión es el sínodo, mismo que retomó fuerza a partir del Vaticano II. Paulo VI creó el Sínodo de los Obispos en 1965 y, desde entonces, se ha reunido periódicamente con el Papa a fin de analizar asuntos trascendentes para la Iglesia. Igualmente promovió las conferencias episcopales nacionales y continentales. Las exhortaciones apostólicas y los documentos producidos por las conferencias, como los de Aparecida, son expresión canónica y pastoral de la colegialidad; pero siempre habrá camino por recorrer. Como dice Ratzinger, es necesario encontrar el equilibrio entre el gobierno colegiado y la responsabilidad personal, desde la parroquia hasta la Santa Sede. Es la tensión que mueve a la Iglesia. Es necesario tenerla bien afinada, como las cuerdas de la guitarra.
La conversión pastoral es la reforma más importante y razón de ser de las otras cuatro. Busca poner a la Iglesia en estado de misión para acudir al mandato del Nazareno. Es la más difícil porque implica decisiones vitales en la Iglesia y en cada católico, por lo que ha generado gran debate sobre el Papa. Seguiremos.
jorge.traslosheros@cisav.org
Twitter: @trasjor