En su primera bendición Urbi et Orbi, por Navidad, el Papa Francisco invitó a cada hombre, a cada mujer, que espera por un mundo mejor, que se preocupa de los otros, tratando de hacer humildemente su propio deber a dar gloria a Dios porque es bueno, fiel, misericordioso, sobre todo con una vida entregada por amor a él y a sus hermanos.
Además volvió a hacer una fuerte llamada por la paz, que “no es un equilibrio de fuerzas opuestas, no es una pura fachada que esconde luchas y divisiones. La paz es un compromiso del día a día, es una paz artesana, que se lleva adelante con el don de Dios, con la gracia que nos ha dado Jesucristo”.
Ante cerca de cien mil personas reunidas en la Plaza de San Pedro; Francisco apareció en el balcón central de la Basílica petrina, el mismo lugar desde el que hace nueve meses se presentó al mundo como el Papa “que vino del fin del mundo”, para felicitar las fiestas y bendecir “a la ciudad y al mundo”.
“Mirando al niño en el pesebre pensamos que en los niños que son las víctimas más vulnerables en las guerras. Y también en los ancianos, las mujeres maltratadas, en los enfermos. La guerras destrozan, hieren tantas vidas, demasiadas. Demasiadas han destrozado en los últimos tiempos el conflicto en Siria, fomentando odio y venganza”, dijo el Santo Padre. Luego, pidió oraciones por el “amado pueblo sirio, para que le quite sufrimiento”.
Una oración para la que agradeció a “creyentes de todas las confesiones religiosas”. No perdamos nunca el poder de la oración, el valor de pedir al Señor que conceda la paz a a Siria y al mundo entero”, apuntó el Papa, que quiso sumar “también a los no creyentes. Todos unidos en la oración, o con el deseo, pero todos unidos por la paz”
“Dónanos la paz. También en la República Centroafricana, a menudo olvidada por los hombres”, prosiguió el Papa, quien denunció cómo en aquel rincón del mundo “muchas personas carecen de agua o el mínimo indispensable para vivir”. También en Sudán o en Nigeria.
“Tú, Príncipe de la paz, convierte el corazón de los violentos para que depongan las armas y se emprenda la via del diálogo”, continuó el Papa, quien pidió a Dios que bendiga “las negociaciones entre israelíes y palestinos», y proteja » a cuantos sufren persecución por tu nombre”.
“Reconforta a los refugiados, especialmente en el cuerno de África, en el este del Congo. Haz que los inmigrantes que buscan una vida digna encuentren acogida y ayuda. Que tragedias como las que hemos visto este año, con numerosos muertos en Lampedusa, nunca vuelvan a ocurrir”.
Casi al final de su intervención, Francisco clamó contra la trata de seres humanos.
“Que se den cuenta de la gravedad de este delito contra la humanidad. Dirige tu mirada sobre tantos niños secuestrados, heridos asesinados en los conflictos armados, que se ven obligados a convertirse en soldados, a los que roban la infancia”.
“Señor: mira a nuestro planeta, que a menudo la codicia y el egoísmo de los hombres explota de modo discriminado. Asiste y protege a cuantos son víctimas de desastres naturales, sobre todo al querido pueblo filipino, gravemente afectado por el reciente tifón”, culminó el Papa.
En este mundo sufriente, añadió, “hoy ha nacido el Salvador, que es Cristo el Señor. No pasemos de largo ante el niño de Belén. Dejemos que nuestro corazón se conmueva. No tengamos miedo de que nuestro corazón se conmueva. Tenemos necesidad de que se conmueva nuestro corazón. Dejemos que se caliente con la ternura de Dios. Tenemos necesidad de las caricias de Dios Las caricias de Dios no duelen, nos dan calor y fuerza”.
“Dios es grande en el amor. Dios es paz. Pidamos que nos ayude a construir cada día en nuestro mundo, en nuestra familia, en nuestro mundo entero la paz. Dejémonos conmover por la bondad de Dios”.