Rehabilitar reclusos, rescatar perros y dar autonomía a discapacitados parecen actividades casi contrapuestas,  sin embargo la visión de la  religiosa Pauline Quinn  ha logrado conjuntar estas acciones en un original apostolado que es un éxito en Estados Unidos y se empieza a replicar en diversos países.

El impacto

Quinn es una monja dominica que fundó en Estados Unidos de la dinámica de rehabilitación de reclusas a través del trabajo con perros. Actualmente lidera y es la creadora del Programa más importante de rehabilitación carcelaria en Estados Unidos denominado Prison Dog Project.

El programa funciona de la siguiente manera: a las reclusas se les enseña la profesión de adiestradoras de perros para asistencia de discapacitados, de esa forma se las intenta reinsertar en la sociedad con una profesión digna. Muchos de los perros usados con este propósito  son animales de la calle por lo cual son automáticamente rescatados y el resultado final son  perros de servicio para discapacitados de todo tipo, mucho menos caros que en el ámbito privado poniéndolos de esa forma al alcance de mayor número de personas.

La historia

Este programa enseña a los internos a hacerse cargo de un “otro”, les instruye en la responsabilidad,  la paciencia y la tolerancia. Por otro lado para prisioneros y minusválidos, el hecho de tener un perro “amistoso” junto a ellos hace que se rompa la tensión social y la gente quiera acercarse y saludarlos.

La creadora de estas actividades, la hermana Pauline Quinn, desde pequeña sufrió violencia en su hogar, esto la hizo huir de su familia en la adolescencia, se hizo adicta a las drogas mientras vivía en las calles. Allí fue violada y quedó embarazada, optó por tener al bebe para después darlo en adopción. Estas experiencias la hicieron quedar moral y psicológicamente devastada, al verla en este estado un vecino le regaló una perra, la cual ella entrenó para  que la protegiera de ataques violentos.  Al recordar esta época la hermana Quinn explica «Mi perra Jony me ayudó en mi vida mostrándome el amor incondicional». Este can fue una herramienta para recuperar la confianza en si misma y la autoestima.

Tiempo después iniciará un etapa de discernimiento vocacional y descubre su llamado a la vida religiosa, a la edad de 35 años toma sus votos como hermana dominica. Su experiencia personal, le indicaba que el contacto con los animales podía ayudar a superar casi cualquier situación, por lo que decidió llevar esta experiencia a las cárceles. Junto a dos expertos en comportamiento canino y un veterinario, hizo una prueba piloto en una prisión de mujeres que fue un éxito. Con el apoyo de entrenadores profesionales, un grupo de reclusas aprendieron a trabajar con los perros. Esas mujeres tuvieron cambios tan positivos que la experiencia, tras un extenso debate en el gobierno, se volvió un programa nacional, era el año 1981. Hoy la experiencia se reproduce en más de 300 cárceles de Estados Unidos  y en otros países. Su experiencia, ha sido llevada al cine en la película «Within These Walls».

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Por Omar Árcega

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