Entrevista con monseñor Héctor Luis Morales, obispo de Ciudad Netzahualcóyotl y presidente de la Dimensión Juventud y Adolescencia de la CEM

Gilberto Hernández García |

 Conversé con monseñor Héctor Luis Morales Sánchez, obispo de Ciudad Netzahualcóyotl y presidente de la Dimensión Juventud y Adolescencia de la CEM, acerca de algunas situaciones que viven los jóvenes en México y su relación con la Iglesia: los desafíos que implica esta relación.

En términos generales ¿qué caracteriza a la juventud de hoy?

Alienta saber que son jóvenes en búsqueda. El hecho de estar en algunos espacios que tal vez no son los que pudieran responderle, es señal de que siguen en búsqueda y que probablemente ahí es donde nos hace falta dar una respuesta. En términos generales la juventud, las distintas juventudes que hoy se habla, ya que no es una sola, todas ellas están en búsqueda del sentido de su vida, el por qué están acá. Tal vez han encontrado unas respuestas que son parciales, pero son las que han encontrado, por eso están ahí, y siguen en búsqueda.

¿Cómo es la relación que se da entre la juventud y la Iglesia?

Lamentablemente hay, si no distanciamiento, un enfriamiento; como que no hemos sabido responderles a ellos lo que realmente están deseando. Por ejemplo, ellos manejan los distintos medios electrónicos y la tecnología y los que hacemos pastoral de jóvenes estamos un tanto al margen. Sin embargo, se están buscando caminos, tanto a nivel latinoamericano como en México. Se habla hoy de un proceso de revitalización de la pastoral juvenil, un proceso en el que estamos buscando cómo podemos responder a las inquietudes de los jóvenes.

¿Tenemos la pastoral juvenil adecuada para estos tiempos que corren?

Llegó un momento en que hubo una gran respuesta de la pastoral juvenil de México: fue muy buena y tomada en cuanta a nivel latinoamericano; se sigue recordando el trabajo que hizo, y se tiene buena impresión. Pero pasó que en un momento determinado falló la continuidad que se pudo haber dado a ese trabajo. Ahora se está tratando de retomar esa labor, dando respuesta tanto al joven que está en la calle y como al que todavía sigue en nuestros grupos. También debemos enfocarnos a los que quieren acompañarlos, que ha habido fallas.

¿La parroquia es significativa para los jóvenes?

Para un número reducido de jóvenes la parroquia llega a tener sentido; para la mayoría no, porque hay otros centros, lugares de encuentro, donde tendríamos que estar haciendo presencia.

¿A qué se debe esta situación?

Hoy la juventud se siente “arrojada” desde muy temprana edad: nace e inmediatamente va a parar a las guarderías, al preescolar; entonces no se siente reconocido, no encuentra quien lo acoja, los mismos jóvenes lo expresan: “en mi casa, en mi familia, no significo nada”. Hay un estudio sobre los jóvenes que andan en la calle, y dice que esto es señal de que están en búsqueda de alguien que los acoja, no es que les guste, es que llegan a la casa y no hay quien los reciba cálidamente; ahora bien,  si en la Iglesia llegan y son un “cero a la izquierda”, como que no existen, como que son invisibles, terminan por alejarse.

¿Cuáles son los desafíos que la juventud le plantea a la Iglesia?

En este proceso de revitalización hemos visto que el primer paso que hay que dar es el de fascinarlos por Cristo. Pero también a los que estamos con la responsabilidad de atenderlos: que nos volvamos a enamorar de la juventud, porque a veces nos hemos unido a las expresiones negativas de la juventud; muchos dicen: “es que no buscan las cosas serias”, pero no, están en búsqueda, de otra manera.

Otro desafío es cómo acompañarlos; esto es algo muy importante, porque dejamos que hubiera una especie de “autoformación” y ya no estábamos presentes. Muchas de las veces el asesor, es cierto no tendría que hacer mucho, pero el hecho de que lo vean ahí con ellos es suficiente.

Al joven hoy le criticamos que se pone el piercing, que se tatúa, pero eso es con el afán de hacerse visible. El joven es consciente de que no lo sabe todo y busca quien le ayude, pero no como maestro, sino como compañero de camino.

¿Qué signos de esperanza mira en esta situación?

La tarea que tenemos en frente es grande; Latinoamérica sigue siendo el continente de la esperanza y ésta recae en gran medida en la juventud; pero si no la atendemos esta esperanza disminuye, no basta con que tengamos jóvenes, hay que atenderlos.

Tenemos que reconocer que nos ha faltado sensibilidad. Hubo un tiempo en que nos desentendimos de la juventud, y otros sí que estuvieron muy listos y los atraparon, no sólo desde el punto de vista de la religión, sino en la vida en general: por eso tanto joven en la droga, en las bandas delincuentes, tanto que no encuentra el sentido de la vida. Sin embargo creo que Dios podrá impulsar algo bueno de todo esto.

 

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