Por Francisco Xavier Sánchez, sacerdote |

El deporte es un factor muy importante para el crecimiento humano. Un elemento esencial para el desarrollo de una cultura. Prácticamente en todas las grandes civilizaciones se ha practicado y favorecido: aztecas, mayas, griegos, etc. Sin embargo ¿cómo ha evolucionado?

No me refiero al grado de sofisticación y de técnica que han alcanzado ciertos deportes, sino a las razones por las cuales se práctica, o se participa como observador. Hace ya un par de años que prácticamente he dejado de correr sistemáticamente por razones de trabajo, y lo lamento. El deporte nos ayuda no sólo física sino también moral y espiritualmente.

En la Biblia me parece que se habla muy poco del deporte, sin embargo hay referencias implícitas a buscar el bien integral del ser humano. El precepto amar a Dios, al prójimo y a uno mismo, me parece que se puede entender “también” cuando se ha practicado algún deporte. Yo he entrado al final de una competencia de maratón (42 kms) extenuado físicamente, pero lleno de la presencia de Dios por haberme acompañado durante ese recorrido; contento conmigo mismo y feliz de haber compartido esos momentos con las personas que participaron conmigo.

Sin embargo el deporte al igual que la religión también se puede pervertir, manchar, corromper. Considero que uno de los elementos que más afectan tanto a la religión como al deporte es el dinero. He leído que el en último Super Bowl se han vendido boletos en sumas estratosféricas  (miles de dólares). Esto no sólo es increíble sino ofensivo para un mundo dónde muchos niños carecen de escuelas y sufren de desnutrición, entre otros problemas sociales que nos aquejan.

La perversión del deporte es un excelente medio para manipular conciencias. En la antigua Roma los dirigentes políticos habían encontrado una excelente manera de controlar a la gente a través de espectáculos sangrientos en el “Circo romano”. Marx decía a mediados del siglo XIX que “la religión es el opio del pueblo”; esto es porque no había visto o imaginado los excesos que desarrollarían ciertos deportes aunados a un espíritu capitalista imbécil.

No tengo nada contra el deporte, al contrario; pero considero que al igual que con la religión lo tenemos que purificar. Hacer puro al deporte es mostrar que debe ser un medio para humanizar más a los hombres, no para embrutecerlos.

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