Por Jorge E. Traslosheros H. |

Hemos cumplido un año con el Papa Francisco. Quiero invitar a la reflexión sobre ciertos aspectos importantes de su persona y pontificado, lo que haré en dos entregas.

Francisco es un hombre libre, con la firmeza de carácter, vitalidad, inteligencia y astucia necesarias para dar aliento al permanente proceso de reforma de la Iglesia. Su carisma es la cercanía pastoral expresada en su sencilla actitud misericordiosa. Su personalidad, autoridad moral y claro ejercicio de la potestad pontificia, le han permitido consolidar su liderazgo en la nada fácil Iglesia Católica.

Su libertad no radica en usar zapatos de color negro en lugar de rojos, en vivir en Santa Martha en lugar del departamento pontificio, ni en la vestimenta ceremonial y litúrgica que utiliza. Si el próximo Papa decidiera lo contrario, no por ello sería menos cercano, ni poco sencillo. San Juan y San Pedro tenían estilos muy diferentes, lo que no impedía que vivieran, en comunión, la libertad de los hijos de Dios.

El secreto de su libertad está en su intensa vida de oración y serena ortodoxia. Porque está seguro de sus alas, que son la fe y la razón, es capaz de volar a grandes alturas, como también de cobijar a quienes no pueden alzar el vuelo. Puesto que es un hombre de oración, tiene la disciplina del reformador. Su ortodoxia le permite tener claras las ideas y ser profundamente libre. Quien busque entender a Francisco debe estudiar la vida de los grandes místicos como San Francisco y San Ignacio. Esto ha confundido a no pocos observadores. Lo comprendo. Forma parte de las paradojas que explican la fuerza del cristianismo, pues provienen del mismo Jesús.

La eclesiología de Francisco confirma su libertad, ortodoxia y misericordia. Entiende la Iglesia como un gran hospital de campaña cuya misión es atender, y rehabilitar, a los heridos de la guerra que la cultura del descarte ha emprendido contra nuestra humanidad. Con igual fuerza alza la voz a favor de los pequeños en el vientre de su madre, los migrantes, los nuevos esclavos producto de la trata, de los ancianos y de cuantos requieran una voz que los dignifique.

La Iglesia, por lo mismo, no puede ser reducida a simple ONG como algunos dentro y fuera quisieran. No es un grupo más en beneficio de los necesitados. Es un hospital porque su misión es anunciar el Evangelio, la presencia de Dios entre los seres humanos y, en Cristo, revindicar la dignidad de cada persona y de todas las personas. Ha sabido explicar con claridad y testimonio lo que hoy significa que la Iglesia sea pueblo peregrino de Dios y sacramento de salvación.

Fuera de la Iglesia ha provocado gran expectativa; pero también no pocos disgustos entre la gente de poder y entre quienes promueven la agenda cultural posmoderna, obsesionados con hacer de cada persona un objeto al gusto del consumidor. Sus mensajes y acciones a favor de quienes viven en las periferias sociales y existenciales, molestan.

Francisco ha confirmado, de palabra y obra, lo que sus predecesores y padres conciliares anunciaron: la Iglesia debe ser una fuerza espiritual y cultural contra la dictadura del relativismo, la cultura del descarte y la globalización de la indiferencia. No es un súper héroe. Tan sólo es el Papa de los católicos y, por su fuerza, una voz muy autorizada de la cristiandad.

jorge.traslosheros@cisav.org
Twitter:
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