Por Omar Árcega | La creencia de que ciertas acciones nos pueden generar buena o mala suerte tiene un fuerte arraigo en los mexicanos, cuestión sorprenderte pues nuestro afirmarnos como católicos nos debería llevar a depositar toda nuestra confianza en Dios y prácticas supersticiosas no deberían impactarnos.
La suerte
Según una encuesta hecha por consulta Mitofsky 6 de cada 10 no creen que ciertos eventos generen buena o mala suerte. Entre los que si consideran la existencia la “buena suerte” un 11% la asocia a ciertas prácticas religiosas como creer en Dios, confiar en la Virgen de Guadalupe o rezar.
Respecto a las edades tenemos que las personas entre los 30 y 49 años s son los más supersticiosos seguidos de los jóvenes y finalmente se encuentras la gente mayor de 50 años. Los estados más supersticiosos son los del norte del país, mientras que los menos son los del centro del país; la diferencia entre uno y otro es del 16%.
Creer en Cristo
Darle credibilidad a ciertos objetos o ritos es, en el fondo, un dudar del poder y del amor de Dios; es desconfiar de que Cristo siempre buscará lo mejor para nosotros. Es ir en contra del primer mandamiento: Amarás a Dios sobre todas las cosas. Las actitudes supersticiosas pueden surgir incluso en católicos de buen corazón, por ejemplo pensar que el rezo de tal novena o el uso de agua bendita va a traer consigo una consecuencia automática, que Dios se somete a nuestros deseos como si fuera un esclavo.
No existe la buena o mala suerte. Los católicos creemos en la providencia de Dios, pedimos por nuestras necesidades y deseos, pero sabemos que Dios sabe lo que es mejor para nosotros.