Por Mónica Muñoz |

¡Yo lo quería, hijo, yo lo quería!, era la exclamación de dolor de una mujer que acababa de perder a su esposo, quien sorpresivamente falleciera a pocas horas de haber salido rumbo su trabajo.  Así es, en un momento estamos vivos, felices y sin ninguna preocupación y repentinamente, la vida se nos va.  Esa es la fragilidad humana.

Creo que cada vez que algún conocido muere, inevitablemente viene a nuestra mente el mismo pensamiento: era buena persona, con sus defectos, como todos, pero definitivamente, lo vamos a extrañar.  Sin embargo, mientras vivía el susodicho, sacaba de sus casillas al más santo.

Bueno, como siempre, no generalizo, existen personas que nunca se enojan o por lo menos, eso parece; aparte de su buen carácter, tienen más paciencia que el justo Job de la Biblia, a quien le ocurrieron muchas desgracias y jamás renegó en contra de Dios.  Hace falta algo muy grave para que verdaderamente se encienda su ira y se desesperen.

Pero por lo regular, es más la gente que  vive a la defensiva, creyendo que todo aquel que se pone en su camino es para molestarlo, por lo que siente que debe sacar las uñas y enseñar los dientes para avisar que no permitirá que se pasen de listos con él.  Y así, vemos en la calle mujeres y hombres taciturnos, ensimismados, con el ceño fruncido, negando un gesto de amabilidad y cortesía, pues no son siquiera capaces de saludar cuando entran en algún sitio público.

¿Qué pasará? Creo que, además de los problemas que aquejan a todos, ocurre que poco se practica la virtud de la paciencia, esa que nos ayuda a tolerar a nuestros semejantes y darles el beneficio de la duda ante sus errores.  Porque suele pasar que, quien más pierde los estribos con alguien que comete una falla, es quien más defectos tiene. Pero, obvio, no es capaz de percibirlo.  Y menos permite que se lo hagan notar.

Aunque si nos vamos a la definición, encontramos que la paciencia se refiere a sufrir con paz y serenidad todas las adversidades, comprendiendo que una adversidad es aquél revés que da la vida y que puede presentarse con muchas caras.  En la cotidianeidad estamos rodeados de desgracias y aflicciones, por eso es muy recomendable practicar tan encomiable virtud,  sobre todo con los más cercanos.

Porque todo lo que nos pasa en el diario vivir, deberíamos tomarlo como una oportunidad de aprendizaje, lo bueno y lo malo traen consigo una lección que permite a quien experimenta contrariedad y momentos alegres, estar alerta en el tiempo de la prueba.

Vuelvo a recordar a quienes se han visto sorprendidos por la fatalidad.  En un momento la vida cambia y trae desasosiego a familias enteras que se preguntan por qué les ha tocado a ellos sufrir.  Es claro que no hemos sacado turno para padecer, en cualquier instante podemos vernos envueltos en situaciones de pesadumbre, los cuales llegan irremediablemente.

Por eso, creo firmemente que debemos prepararnos para cuando llegue la pena, no quiero decir con esto que vivamos con miedo, Dios es infinitamente misericordioso y no envía más de lo que podemos soportar, sin embargo, pensemos que una buena manera de aprovechar el tiempo que tenemos con nuestra familia y amigos es tratar cada día de hacerles el mundo menos pesado.

Un consejo que dan quienes han perdido un familiar es amar y cuidar a padres, hermanos o al pariente que le ha tocado partir, es natural que hablen de esa manera porque quisieran transmitir a los demás su testimonio.  Abunda la gente que en el momento del sinsabor se refiere al “hubiese hecho esto”, pero bien dicen que el “hubiera” no existe.

Se trata de actuar como si hoy fuese el último día de nuestra vida, dejando atrás rencores y malestares, pensando que un día, esa persona que en este momento nos causa molestia por alguna circunstancia, quizá mañana ya no esté, o tal vez, nosotros mismos no tengamos otra oportunidad para decir a nuestros seres queridos cuánto los amamos.

No nos quedemos en la pregunta, contestemos ahora mismo qué deseamos hacer con la gente importante a quienes aún tenemos con nosotros. Hoy estamos, mañana no, por eso, seamos pacientes con nuestros hermanos.

 

¡Que tengan un excelente día!

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