Por Rodrigo Aguilar Martínez, Obispo de Tehuacán |
Terminan las vacaciones de verano. Éstas han pasado rápidamente y tal vez se nos hayan ido como se derrama el agua de las manos; pero queda la experiencia vivida, lo que hayamos hecho de este tiempo de vacaciones, en lo personal y familiar. Es saludable hacer un recuento de los propósitos que teníamos al inicio de las vacaciones, de lo que de hecho hayamos conseguido y lo que haya quedado pendiente. Podemos enfocarnos en diversos aspectos, yo invito a que atendamos los frutos –o descuidos y retrocesos- en relación a la vida familiar. Aceptemos otros aspectos imprevistos y que influyeron en la distribución del tiempo y los frutos de las vacaciones. Reconozcamos con regocijo los aspectos positivos y nuestra participación para ello; lo mismo también en cuanto a aspectos negativos.
Dispongámonos al año escolar que inicia. Tiene su importancia lo académico, pero que se incluya en una educación integral, o sea en todos los aspectos de la vida. En concreto, aprendamos para saber más; pero no sólo saber más para el momento del examen, sino para aplicar en la vida. Amemos lo que sepamos, o sea que lo aprendido no llegue sólo a la mente, sino sobre todo al corazón. Sólo cuando está en la mente y en el corazón se convierte en potencial que se traduce en conductas correspondientes.
En torno a los alumnos destacan muchas personas. Yo menciono los papás, hermanos y otros familiares, también los maestros y condiscípulos, lo mismo que los sacerdotes y agentes de pastoral en la parroquia. Qué importante es ser compañeros de camino en el desarrollo de otros, ayudarles a crecer en la vida, estimulando con el propio ejemplo de una libertad ejercida con responsabilidad.
El mundo actual requiere de personas que den sentido a su vida y ayuden a otros en ello. Esto significa muchas veces remar contra corriente. La corriente actual nos lleva a buscar y conseguir lo cómodo, o sea los mayores beneficios con el menor costo; también la corriente actual nos motiva a logros individuales, que cada quien se rasque con sus uñas. Sepamos remar contra esta corriente actual de la comodidad y el individualismo. Procuremos ser mejores, como respuesta y ofrenda al Señor y como servicio competente y eficaz para los demás, lo cual nos ayudará para responder a la invitación del Papa Francisco, de ir a las periferias, a los más alejados, a fin de acercarnos a ellos, integrarlos en el desarrollo y sean también colaboradores en el desarrollo de otros.