Las mujeres son las que más padecen las «consecuencias brutales de la guerra y, además, se ven sometidas a agresiones extremadamente degradantes y traumizadoras cuyas repercusiones son duraderas. Por tanto, es justo y razonable que su voz se escuche e influya en la tarea de prevención y resolución de la violencia y la guerra»; es lo que ha dicho el arzobispo Bernardito Auza, Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, en su intervención el pasado 15 de abril en el debate abierto por el Consejo de Seguridad de esa organización sobre el tema »Mujeres, paz, seguridad».
»No se ahorra a las mujeres -dijo el prelado- ninguna de las consecuencias brutales de la guerra y, además, se ven sometidas a agresiones extremadamente degradantes y traumizadoras cuyas repercusiones son duraderas. Por tanto, es justo y razonable que su voz se escuche e influya en la tarea de prevención y resolución de la violencia y la guerra. Está documentado que la guerra moderna va acompañada de violencias sexuales de vario tipo. Todos conocemos la terrible letanía: mujeres violadas y convertidas en objeto de comercio, obligadas a la prostitución para ganarse la vida, aterrorizadas individualmente y en su papel de protectoras de sus hijos y de otraos familiares indefensos. Toda violencia contra la vida humana es terrible, pero la violencia sexual está concebida para degradar, deshumanizar, desmoralizar y de manera única. Las consecuencias son profundas y duraderas, tanto física como psicológicamente».
El nuncio recordó que el último año se ha caracterizado por una serie de atrocidades que han llevado aparejada la violencia sexual en diversos conflictos y por parte de grupos como Boko Haram, el llamado Estado islámico de Iraq y de al- Sham (Isis). “Algunas agresiones contra mujeres y chicas se deben puramente a la fe que profesan -especificó- No obstante esta suponga hoy una gran preocupación para los cristianos, se trata ciertamente de una cuestión en la que la naturaleza humana que compartimos, trascendiendo todas las religiones y las culturas, requiere el compromiso común de los pertenecientes a todas las confesiones y de los gobiernos, para condenar con fuerza y combatir esos actos atroces, además de alzar la voz y proteger a los que están amenazados».
»En los últimos años parece haber aumentado la sensibilización internacional sobre la plaga del tráfico de seres humanos y que se esté dando una respuesta creciente -constató- Es deseable que se perciba cada vez más lo que el Papa Francisco definió como el »trauma» que sacude »cuerpo y alma», es decir la violación como arma de guerra. Adaptando una observación de Su Santidad, una caída de la Bolsa de dos puntos es noticia de primera plana, mientras la violación de cientos o incluso de miles de mujeres pasaría inobservada».
La Delegación de la Santa Sede apoya por tanto los procesos indicados por la Secretaría General de la ONU que son esenciales para garantizar la justicia a las mujeres agredidas en los conflictos: investigaciones puntuales y documentación, procedimientos coherentes y rigurosos, análisis constantes y responsabilidades relacionadas con las causas fundamentales de la violencia sexual y de otro tipo en los conflictos armados. »Sostenemos los esfuerzos para facilitar servicios legales,médicos y sociales adecuados a cada una de las mujeres agredidas, a las testigos y a las supervivientes, además de a sus familiares -explicó el arzobispo- Gracias a la presencia local permanente de la Iglesia católica en las zonas del mundo más afectadas por la tragedia, una red de instituciones y organismos católicos responden de modo rápido y eficaz a la hora de hacer frente a la violencia en los conflictos armados. Sin embargo, es siempre doloroso ver que algunos continentes siguen promoviendo el aborto como parte del tratamiento o de la respuestas a las agresiones padecidas por las mujeres. Esto contradice la misión de paz y seguridad de las Naciones Unidas y propone responder a la violencia con otra violencia».
»En este organismo se ha observado a menudo y es verdad – concluyó monseñor Auza- que las mujeres no son solamente víctimas, sino también agentes y colaboradoras necesarias en la tarea de prevención y resolución de los conflictos. Sin su contribución, los gobiernos, los negociadores y los grupos de la sociedad civil no pueden entender el problema ni plantear soluciones eficaces. Igualmente es importante continuar en cada Estado miembro la labor constante y paciente de lograr una justicia estructural para las mujeres en todos los ámbitos de la sociedad. Una visión correcta de su papel en la sociedad y su integración en todos los sectores sociales son aspectos fundamentales para la prevención de la violencia».
VIS
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