Por Fernando PASCUAL |
Entre las muchas raíces de las críticas, hay una que conviene analizar: el deseo de desahogarse.
Un esposo o una esposa está tenso por la situación familiar. Se desahoga criticando a la otra parte entre sus amistades. Un trabajador está cansado de las trampas que hace un compañero. Se desahoga criticándole al volver a casa. Un parroquiano está nervioso por la pésima calidad de los altavoces en la iglesia. Se desahoga con críticas hacia el párroco y sus colaboradores.
La lista es casi infinita. Miles de críticas buscan, simplemente, desahogarse, una especie de consuelo que se espera encontrar en otros para que comprendan lo mal que están las cosas y lo mucho que duelen ciertas situaciones.
Pero en la mayoría de los casos esas críticas no resuelven nada. Porque si nadie le dice al párroco, que además está algo sordo, que los altavoces son un desastre, ¿mejora la situación desde las críticas que hacemos al salir de misa?
El Papa Francisco ha condenado varias veces las críticas y el chismorreo. En una ocasión las comparó con una especie de terrorismo:
“El terrorismo de los chismorreos, uno va, lanza la bomba, y se queda fuera. (…) Las cosas hay que decirlas en la cara. Cuando tienes algo contra alguien: solo puedes hablarlo con dos personas. Con el que tienes el problema o con el que lo puede remediar. Los chismorreos son un terrorismo a la fraternidad, diocesana, sacerdotal y de las comunidades religiosas” (Papa Francisco, visita a Nápoles, 21 de marzo de 2015).
Por eso, en vez de buscar un desahogo que no arregla nada con críticas y chismorreos que inquietan a otros, que incluso en ocasiones privan de su merecida fama a personas concretas, lo que podemos hacer es buscar maneras concretas y sanas de resolver el problema y de ayudar a otros.
¿Cómo? No siempre encontramos el camino más acertado para decir las cosas. Mientras le damos vueltas al asunto, podemos evitar críticas dañinas. Y siempre podemos rezar por aquellas personas y situaciones que ojalá empiecen a mejorar gracias a nuestro cariño y, sobre todo, a la ayuda de Dios.