Por Juan GAITÁN| @FalsoConFalso

Una de las preguntas frecuentes que mis conocidos me dirigen en el café o en la sobremesa es: “¿Por qué Dios no se hace evidente a los hombres? Para Él sería muy simple, es todo-poderoso”.

En efecto, sería simple para Él mostrarse evidente a la humanidad, que no fuera un misterio ni que se necesitara fe para creer en su existencia ni en su amor. La pregunta es legítima.

Los estudiosos sí que le han dado vueltas al problema. Una síntesis de la argumentación más básica que realizan los teólogos sobre este tema la presento a continuación. Éste es un razonamiento teológico, es decir, se trata de un ejercicio racional acerca de la fe, no de un argumento contra el pensamiento ateo. Hagámoslo en tres pasos:

Paso 1: Toda relación humana está fundamentada en la fe. Ejemplos: Si compro tortillas a una señora, estoy confiando en que las ha elaborado con una higiene que me parece adecuada. Si avanzo cuando el semáforo está en verde, es porque confío en los demás ciudadanos, en que no ignorarán inesperadamente la luz roja cruzando a máxima velocidad. Si mis hijos están en una escuela, es porque confío que ahí se les respeta y se les educa. Si pregunto la hora a un desconocido, confío en que su respuesta es verdadera.

Entonces, toda relación humana incluye la fe. Sería imposible para el ser humano vivir de otro modo, pues nadie nos garantiza absolutamente todo lo que quisiéramos tener garantizado.

Paso 2: Las relaciones amorosas no sólo incluyen fe, sino que se basan en ella. Por ejemplo: La novia que cree al novio en su fidelidad. El hijo que cree a su papá cuando éste le dice que él es lo más importante de su vida (al hijo nadie le garantiza que su papá no tenga otro hijo en otra familia escondida al que le diga lo mismo). Le tiene fe, porque sin fe no hay amor.

Paso 3: Una relación de amor con El Absoluto, requiere una fe absoluta. Dios es absoluto amor y, a pesar de que nos conoce a detalle, confía en nosotros y nos ama. Del mismo modo, sólo podemos amar a Dios si tenemos fe en Él, o, dicho de otro modo, si Dios se hiciera evidente a nosotros, entonces no habría una relación de fe absoluta con Él y, por tanto, no existirían las condiciones para amarlo como Dios ha de ser amado.

Para amar al ser absoluto, una fe absoluta. Esto implica que cabe la posibilidad de afirmar la no existencia de Dios sin que parezca algo irracional y sin que Dios nos obligue a aceptarlo (hacerse evidente sería una forma obligarnos a hacerlo).

Es necesario repensar esto varias veces para comprender la idea, pero una vez logrado, comenzamos a entender mejor la manera que Dios tiene de comunicarse con nosotros y su modo de mostrarnos su presencia y su amor.

La estrella de Belén

La explicación anterior fue extensa y compleja. Por lo tanto, comparto este último pensamiento con brevedad: La estrella de Belén indicó, para unos hombres de tierras lejanas llenos de fe, quién era el salvador.

Como Dios no es evidente, tenemos dos tareas: Ser la estrella de Belén para otros (lo cual implica estar enamorados de Jesucristo y el Evangelio), y saber distinguir las estrellas de Belén que nos indiquen dónde se encuentra el rostro de Dios.

Dios no se hace evidente a nuestros ojos, por lo tanto, nos ama utilizando estrellas de Belén como medio.

Lee más textos del mismo autor en:

www.falsoconfalso.wordpress.com

www.facebook.com/falsoconfalso

Por favor, síguenos y comparte: