ENTRE PARÉNTESIS | Por Mónica FUSTER |
¿Cómo se va dando la misericordia en nuestra tradición e historia Sagrados Corazones? Nuestros fundadores Enriqueta Aymer y Pedro Coudrin iniciaron la Congregación en plena guerra y persecución en la revolución francesa. En la experiencia de cárcel y condena a muerte de ella y de escondite en un granero de él durante meses, se encendió el deseo y el coraje de anuncio de un Dios de Amor comprometido con su gente y su tiempo, así empezó a gestarse la Congregación hasta su fundación en 1800. Desde la experiencia honda del Corazón de Jesús, contemplado en el Evangelio y la Eucaristía, los fundadores y primeras comunidades anunciaron el compromiso y ternura de Dios para con cada uno, facilitaban el acceso a los sacramentos en la clandestinidad, se dedicaron a la educación y a la atención de múltiples necesidades a través de muchas peripecias, con el deseo de llegar a todos los rincones y de vivir como “celadores del Amor” en un tiempo convulso.
Años más tarde Damián escribía “sin la presencia continua de nuestro divino Maestro en el sagrario de mis pobres capillas, jamás habría podido perseverar compartiendo mi destino con los leprosos de Molokai”.
Damián vivió sus últimos 12 años en Molokai, isla de Hawaii donde quedaban retenidos y aislados los enfermos de lepra en el siglo XIX, los últimos 4 años enfermo él mismo de lepra. Celebrado como santo por la Iglesia el 10 mayo, es también venerado en muchos países y por gente de distintas religiones por la fuerza de su vida y persona. En sus cartas encontramos a un hombre trabajador incansable, sacerdote, médico, enfermero y arquitecto, ocupado en cultivos de grano, carpintero y albañil. En sus escritos vemos cómo reza y celebra, atiende personas, situaciones; establece una red de relaciones, amistad y ayuda tanto dentro de la isla como por correo con numerosos colaboradores, pide y gestiona dinero y proyectos hasta el final. Si antes de su enfermedad decía “nosotros los leprosos”después de contraerla guardó en largo silencio esta expresión hasta poder volver a decirla; en su enfermedad se refería a los leprosos como “compañeros de miseria”. Se refirió al rechazo de su superior de aquel tiempo como pena mucho mayor que sus sufrimientos desde la infancia y al aislamiento de sus hermanos de Congregación como peor que la enfermedad de lepra. Aun así y sin callar dificultades, se define antes de su muerte como “el misionero más feliz del mundo”. Este hombre llegó a compartir destino y miseria amando y dignificando, apoyado en el amor del Maestro.
En nuestra familia de laicos, hermanas y hermanos la fuente de nuestra misión “contemplar, vivir y anunciar el Amor de Dios encarnado en Jesús” mana de los Corazones de Jesús y de María. En Jesús encontramos un amor movido en la historia con sentido y proyecto de compasión, reconciliación y justicia, amigo de pobres y pecadores, agradecido y a la escucha del Padre. Encontramos la culminación de su alianza en su Corazón traspasado en cruz. Traspasado por la dureza y violencia de nuestra realidad, al tiempo que Corazón abierto, don, fuente y hogar para todos, espacio de encuentro con el Amor. No se trata pues de vivir la misericordia desde la sola sensibilidad o las acciones puntuales, sino de una orientación de fidelidad y encuentro con el ser humano hasta sus últimas consecuencias,adentrada en la experiencia humana de amor y de muerte, alimentada en el Misterio de Amor mayor que se adentra hasta lo más mísero de nuestra humanidad. Nos recordaba hace unos meses Javier Álvarez-Ossorio, superior general de nuestros hermanos, que “la tradición bíblica a menudo asocia entrañas (rahamim) y misericordia (hesed). Estamos invitados a vivir lamisericordia entrañable: Hesed —amistad, solidaridad, fidelidad, confianza recíproca, hospitalidad, amor mutuo, comunión efectiva— con Rahamim —amor materno de protección, cuidado, ternura, que siente en sí lo que les ocurre a los hijos e hijas—”.
Continuadores de nuestra historia y carisma deseamos que, de distintos modos pero con sabor parecido, este Amor que se nos entrega nos siga dinamizando en acciones hacia los más empobrecidos y vulnerables, en crear lazos de comunión y fraternidad, en construir un mundo de justicia y amor trabajando en la transformación del corazón humano.