Por Fernando PASCUAL|

Imaginemos por un momento que el diablo abriese una escuela. ¿Cómo sería?

En ella habría oscuridad, pues el demonio tiene miedo de la luz. Cuanta más confusión, mejor. Cuantas más fórmulas ambiguas, mejor. Cuantos más textos contradictorios, mejor.

Dentro de la dinámica de la confusión, en esa escuela habría maneras para que lo blanco pareciera negro, lo malo bueno y lo bueno malo. La justicia sería presentada como intransigencia, y la tolerancia hacia el “mal” como una virtud maravillosa.

En ella habría discusiones sin fin, para que todo quede puesto en tela de juicio y nadie caiga en el “defecto” de haber alcanzado verdades “absolutas” (las verdades que más odia el demonio).

Por eso los dogmáticos serían rechazados con dureza. Se les señalaría como fanáticos, fariseos, promotores de violencia, fundamentalistas, enemigos incluso de “la religión” (según un modo diabólico de entender la religión…).

En esa escuela se atacaría con furia la tradición bimilenaria de la Iglesia, especialmente los concilios, a los que se acusaría de usar fórmulas agresivas y métodos inquisitoriales, con anatemas y condenas que solo sirven (según las tesis diabólicas) para impedir el progreso de la ciencia y de la verdadera “espiritualidad”.

Esa escuela sería un modelo de libertinaje, entendido como la mejor manera de promover la autenticidad y la espontaneidad. La casuística reinaría para destruir el valor de las leyes y las normas. Los mandamientos quedarían aplastados ante elencos casi infinitos de excepciones gracias a las cuales todo sería permitido.

Si el diablo abriese una escuela, buscaría adaptarse a los tiempos y promover un “aggiornamento” maquiavélico, orientado a pactar con los fuertes, con los promotores del dios dinero, con los divulgadores del placer como centro de la realización humana, con los psicólogos que minimizan la responsabilidad personal, con los filósofos que promueven la liberación completa de los instintos.

Sería una escuela que encontraría, y aquí la historia se hace tristemente realidad, muchas personas y muchas instituciones que con gusto harían programas de intercambio de estudiantes, porque ya tienen idearios bastante parecidos a los que desde siempre promueve el peor enemigo de Dios y del hombre…

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