En el Mensaje para la Cuaresma 2017, presentado esta mañana, el Papa Francisco comenta la parábola del hombre rico y del pobre Lázaro y dice que ésta «nos enseña que el otro es un don. La relación correcta con la gente es reconocer con valor la gratitud». Y expresa su esperanza en la vivencia cuaresmal de este año: “El Espíritu Santo nos guiará para hacer un verdadero camino de conversión, para volver a descubrir el don de la Palabra de Dios, para ser limpiados del pecado que nos ciega y servir a Cristo presente en los hermanos necesitados”.
El Papa señala en su mensaje, siguiendo la parábola, que «el pobre en la puerta del rico, no es una carga molesta, sino una llamada a convertirse y a cambiar de vida. La primera invitación que nos hace esta parábola es la de abrir la puerta de nuestro corazón al otro, porque cada persona es un don, sea vecino nuestro o un pobre desconocido».
Después subraya que la Cuaresma «es un tiempo propicio para abrir la puerta a cualquier necesitado y reconocer en él o en ella el rostro de Cristo. Cada uno de nosotros los encontramos en nuestro camino. Cada vida que encontramos es un don y merece acogida, respeto y amor. La Palabra de Dios nos ayuda a abrir los ojos para acoger la vida y amarla, sobre todo cuando es débil. Pero para hacer esto hay que tomar en serio también lo que el Evangelio nos revela acerca del hombre rico».
Con el apóstol Pablo el Papa reitera que «la codicia es la raíz de todos los males (1 Tm 6,10)». Y añade que «ésta es la causa principal de la corrupción y fuente de envidias, pleitos y recelos. El dinero puede llegar a dominarnos hasta convertirse en un ídolo tiránico. En lugar de ser un instrumento a nuestro servicio para hacer el bien y ejercer la solidaridad con los demás, el dinero puede someternos, a nosotros y a todo el mundo, a una lógica egoísta que no deja lugar al amor e impide la paz».
«El Evangelio del rico y el pobre Lázaro nos ayuda a prepararnos bien para la Pascua que se acerca. La liturgia del Miércoles de Ceniza nos invita a vivir una experiencia semejante a la que el rico ha vivido de manera muy dramática», asegura una vez más el Santo Padre y subraya que «el verdadero problema del rico: la raíz de sus males está en no prestar oído a la Palabra de Dios; esto es lo que le llevó a no amar ya a Dios y por tanto a despreciar al prójimo. La Palabra de Dios es una fuerza viva, capaz de suscitar la conversión del corazón de los hombres y orientar nuevamente a Dios. Cerrar el corazón al don de Dios que habla tiene como efecto cerrar el corazón al don del hermano».
Antes de concluir su Mensaje el Papa Francisco exhorta a «todos los fieles a que manifiesten también esta renovación espiritual participando en las campañas de Cuaresma, que muchas organizaciones de la Iglesia promueven en distintas partes del mundo, para que aumente la cultura del encuentro en la única familia humana».
Y a orar «unos por otros para que, participando de la victoria de Cristo, sepamos abrir nuestras puertas a los débiles y a los pobres. Entonces viviremos y daremos un testimonio pleno de la alegría de la Pascua.