Carmen Elena VILLA | El pueblo católico |

En estas fiestas navideñas, dentro del bullicio, el consumismo y las miles de actividades familiares y sociales, hay tres hombres misteriosos, que siempre están presentes en las figuras propias de esta época: Melchor, Gaspar y Baltasar. Estos personajes, casi obligatorios en cualquier pesebre, han sido representados en muchos cantos, poemas navideños, célebres obras de arte, de la literatura y hasta del cine.

Sin embargo, es muy poco lo que nos narran las Escrituras acerca de los llamados Reyes Magos. Sólo el Evangelio de San Mateo se refiere a ellos diciendo que fueron unos magos (no reyes) de Oriente, enviados por Herodes a Belén de Judá para buscar al nuevo Rey que había nacido.

Anduvieron guiados por una estrella que se detuvo justo donde yacía el Niño Jesús en compañía de sus padres María y José. Resalta este breve pasaje bíblico que al encontrarse con el pequeño Rey, se postraron para adorarlo y al marcharse se fueron por otro camino.

Nunca dicen las Escrituras que fueron tres, pero por los tres regalos que le dieron la tradición indica que ese es el número de magos que estuvieron presentes en Belén. Estos personajes por primera vez recibieron un nombre cuando fueron representados en un mosaico bizantino localizado en Ravena (Italia), pintado alrededor del año 520.

¿Qué significa que eran magos? Así se le llamaban en Oriente a los hombres sabios: físicos, astrólogos, maestros o videntes. Ellos entendieron que esta estrella era el signo del nacimiento del “Rey de los judíos” y por eso la siguieron. Obedecieron a Herodes quien temeroso por el nacimiento de un Rey más poderoso que él, los mandó a buscar. Necesitaba varios espías que dieran con su paradero porque quería asesinarlo.

Sorprende que de un pasaje de la Biblia tan breve puedan salir estos personajes que siguen tan presentes en las tradiciones navideñas ¿Pero qué es lo que hace que sean tan célebres estos sabios de Oriente? Los Magos tienen mucho que decir al hombre del siglo XXI. Eran sabios y poderosos, quizás muy ricos, pero tuvieron la humildad de postrarse a adorar ante un bebito que había nacido entre las pajas de un establo. Reconocieron que aquel pequeño era Dios hecho hombre y le ofrecieron los mejores dones que tenían.

Gran lección de humildad la que nos dan estos hombres quienes, por ser tan sabios no tendrían por qué adorar a un niño pobre que ni siquiera tuvo un lugar digno para nacer. Entendieron que el verdadero reinado se trataba, no de acumular para sí grandes riquezas sino de descubrir que la dignidad del hombre es tan alta que Dios quiso hacerse uno de nosotros.

Además, luego de encontrarse con el pequeño Jesús, decidieron tomar otro camino. Ya no irían donde el poderoso Herodes. Más bien se fueron a anunciar que se habían encontrado con Jesús y se convirtieron así en los primeros misioneros en proclamar este hecho. Melchor, Gaspar y Baltasar son más que una figura mítica que aparece en las festividades navideñas. Nos enseñan a nosotros también a seguir la estrella interior que arde en nuestros corazones de encontrarnos con Dios que se ha hecho hombre para elevar nuestra dignidad y llenar de sentido nuestras vidas. Que el 2018 sea una oportunidad para dejarnos fascinar por esta belleza y hacer de nuestro interior un Belén donde Jesús pueda nacer.

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