Por Antonio Maza Pereda

¿Cumple usted su deber de votar? Si lo hace, lo felicito. Usted hace uso de un derecho que, a la vez, es un deber cívico. Y no todo mundo lo hace: aun en los mejores años de votación, el número de votantes rara vez sobrepasa el 60% del electorado. Lo cual quiere decir que si, por ejemplo, un candidato triunfa con 33% de los votos, solo un 20% de la votación lo eligieron. En otras palabras, que una minoría organizada le impondrá su voluntad a la mayoría de
los ciudadanos.

Pero, ¿será suficiente para ser un buen ciudadano? Porque no todos votan de acuerdo con una conciencia rectamente formada. Claro, hay quienes venden su voto. Cada vez menos, pero sigue ocurriendo. Quienes votan por simpatía o por agradecimiento, sin considerar el bien común sino solo sus gustos y sus fobias.

Un buen ciudadano debería votar con su conciencia moral. Seguro de que vota por la persona que traerá el mayor bien posible a la sociedad. O el menor mal. Lo cual requiere que votemos con la cabeza, no con el hígado. No es nada raro el voto de castigo. Votamos para castigar al partido o al gobernante que nos decepcionó, nos engañó o nos hizo daño. Estrictamente, ¿deberíamos votar por alguien dudoso solo para castigar a otros? ¿No terminaremos castigando de nuevo a la sociedad?

Una conciencia rectamente formada nos lleva a que nuestros actos se hagan con pleno conocimiento y pleno consentimiento de la voluntad. Lo cual es más fácil de decir que de hacer. Hoy son tantas las opciones y las opiniones que no es fácil formarse una idea precisa de quién es cada candidato. Eso sin contar con que hay todo un aparato propagandístico en medios y en redes sociales, abierto o subliminal, tratando de manipularnos.

Nuestra tarea como ciudadanos es tratar de encontrar la verdad. Y, además, discernir si estamos votando bajo la influencia de sentimientos de enojo, simpatía, ira o algún otro que nos esté nublando nuestro buen juicio. Hay que empezar desde ahora. Al final, no nos dará materialmente el tiempo para una buena decisión.

Necesitamos todos ser los mejores ciudadanos. Y que nuestros conciudadanos también lo sean. Hagamos del 2018 una fiesta de la democracia y un ejemplo de votación consciente.

Publicado en la edición impresa de El Observador 4 de febrero de 2018 No.1178

Por favor, síguenos y comparte: