Por Raúl Espinoza Aguilera
Hace pocos días, observé a dos personas, de alrededor de 75 años, en el corazón de la Colonia del Valle de la Ciudad de México, provenientes de un rumbo de la ciudad más bien modesto con unas grandes cartulinas -elaboradas por ellas mismas- con un texto que decía más o menos así: “El próximo 6 de junio serán las elecciones. ¡Vamos todos a votar! Es más cómoda la indiferencia o el abstencionismo, pero piensa en el bien de México”. Se detenían en su semáforo y mostraban su escrito por 10 minutos y luego continuaban su camino hacia otra calle con semáforo y así sucesivamente. Recuerdo que hacía mucho calor con un sol deslumbrante a eso de las cuatro de la tarde y lógicamente iban sudando mucho. La verdad es que me impresionó su afán sincero de concientizar a la población sobre la importancia de acudir a las urnas. Era fácil adivinar que ningún partido político les había pagado por ese trabajo, sino que lo hacían por propia convicción.
También, un amigo me envió a mi celular la tumultuosa manifestación de fecha reciente en la que miles y miles de personas en la principal avenida de Ciudad Victoria protestaba contra la inseguridad, la violencia y el desafuero del gobernador de Tamaulipas, Francisco García de Vaca. El video estaba tomado desde un helicóptero e iba recorriendo los muchos kilómetros que abarcaba esta marcha con personas de todas las clases y condiciones sociales. Realmente causaba asombro esta enorme manifestación porque no iban “acarreados”, como coloquialmente se suele decir. Llevaban pancartas que decían, entre otras muchas más, “¡Ni un paso atrás, todos a votar!”
Me vino a la memoria la célebre frase del escritor, filósofo y político inglés, Edmund Burke, quién afirmaba: “Lo único que necesita el mal para triunfar es que los hombres buenos no hagan nada”. Y es un pensamiento muy actual, lleno de verdad y de realismo en estos momentos por los que pasa el país.
Es un importante deber el ejercitar nuestros derechos ciudadanos, comenzando por asistir a las urnas a votar.
El otro día escuchaba en una reunión de café a un grupo de personas mayores que decían: “¡Uy, que mal están las cosas en el país! Se han fijado cómo se ha encarecido la vida, la tremenda escasez de medicinas y además muy caras.” Otro añadía: “Y qué me dicen de la fuga de capitales hacia el extranjero, lo mucho que ha subido la gasolina y el terrible accidente del Metro”. Un tercero añadía: “Yo perdí mi empleo y no encuentro otro y mis ahorros se están agotando”. Hasta que uno de los participantes en esta tertulia intervino y les dijo: “Bueno, de acuerdo. ¿Pero ustedes van a ir a votar el 6 de junio próximo?”. Y como yo estaba en la mesa más cercana, noté que se hizo un silencio total. Uno de ellos, tímidamente comentó: “Tal vez yo vaya, pero no estoy seguro”. Entonces la persona más sensata les dijo: “¡Pues si no piensan votar, entonces no se quejen!”
Todos tenemos una personal responsabilidad de participar en la vida pública para contribuir a la libertad de libre manifestación; el defender la vida desde el momento de su concepción; la unión de un hombre y una mujer para constituir una familia bien integrada; la educación en todos los valores y proteger a los hijos para evitar que en las escuelas los llenen de ideas nocivas, ajenas a las convicciones de los padres; el respeto por la libertad religiosa; que exista una cultura de acuerdo a esos mismos valores, etc.
Hay que aprender a dar una batalla de paz y de concordia, pero con firmeza y determinación. Nada ni nadie puede pisotear esos derechos porque son nuestros derechos ciudadanos. Hay que concientizar a los que viven o trabajan a nuestro alrededor y para ser muy leales a la Patria.
Es una lástima que haya ciudadanos con valores claros que cuando se les comenta, por ejemplo, “¿Ya te enteraste que hay una propuesta de ley que pretende aprobar el aborto a nivel nacional?” El otro responde con indiferencia: “Algo leí”. Y el amigo le añade: “Pues dentro de 10 días habrá una manifestación que partirá desde el Monumento de la Independencia. Será el domingo a las 10 de la mañana, ¿te animas a asistir, con tu esposa y tus hijos?” Y todo concluye con la típica excusa: “Fíjate que mi familia y yo tendremos ese día un paseo a un pueblito muy pintoresco. Lo siento”.
Luego, ya sabemos que vienen las exclamaciones estériles, cuando ya es demasiado tarde: “¡Qué pena que hayan aprobado el aborto, o el consumo de todas las drogas, la eutanasia o la educación socialista!”
El amor a la Patria no es una “frase bonita”. Se tiene que concretar en hechos bien determinados y precisos. Es fundamental trabajar por el bien común de la nación y animar a otros a que también se unan a causas nobles. Todos tenemos el deber de actuar en la vida cívica y no abstenernos, así como de prestar la propia colaboración para servir con lealtad y con libertad personal. La acción política tiene un sentido muy noble: de servir a la propia comunidad y de contribuir al bien común. Como decía aquel conocido pensador: “Nadie lo hará por ti, tan bien como tú, si tú no lo haces”.