Por Fernando Pascual
No podemos cambiar los hechos una vez que han se han producido. Pero sí podemos cambiar tantas situaciones y hechos que ocurren ahora desde leyes y desde presupuestos injustos.
Porque poner el grito en el cielo tras un atentado no devuelve la vida a los inocentes asesinados. Pero sí resulta posible trabajar seriamente para superar la difusión de ideologías asesinas.
Porque de nada sirve denunciar los resultados de una elecciones en las que han vencido grupos populistas, cuando podemos ahora, entre familiares, amigos y conocidos, promover el amor a la justicia y el respeto a minorías injustamente perseguidas.
En un mundo donde resulta muy fácil hacer declaraciones tras desastres culpables, lo que importa es fomentar todo aquello que sirva para defender a los hijos antes de nacer, para ayudar a las familias, para mejorar la educación y la sanidad.
Podemos cambiar muchas más cosas de las que imaginamos. En lo pequeño y cercano: resulta estupendo ofrecer argumentos a un familiar engañado por ideas abortistas para que empiece a ayudar a las mujeres con embarazos difíciles.
En lo grande y lejano: una oración para que se conviertan los políticos y para que los gobiernos trabajen de verdad a favor de la justicia llega al corazón de Dios que permite el milagro del cambio de nuestros dirigentes.
El sufrimiento de millones de seres humanos que esperan día tras día un poco de justicia y de apoyo nos interpela y nos invita a trabajar sobre tantas cosas que podemos cambiar.
No siempre veremos resultados positivos de inmediato. Pero al menos habremos puesto señales de esperanza, cerca o lejos de nosotros, para que este mundo se abra un poco más a Dios y, desde Dios, sea más justo, más acogedor, más lleno del verdadero amor.