La Conferencia del Episcopado Mexicano expresó, a través de un comunicado su cercanía y solidaridad «con nuestros hermanos obispos de Nicaragua, cardenal Leopoldo Brenes, arzobispo de Managua, monseñor Silvio José Báez, obispo auxiliar de Managua, monseñor Waldemar Stanilaw Sommertag, nuncio apostólico en Nicaragua, frente a la situación de grave violencia, y agresiones sufridas el lunes 9 de julio, en el ejercicio de su ministerio pastoral en la Basílica Menor de San Sebastián en Diriamba, de la Arquidiócesis de Managua».

Los obispos mexicanos se unieron a «al llamado a la comunidad internacional para colaborar en la solución de este conflicto, en esta hermana Nación, para que se encuentre pronto el camino que lleva a la paz».

Y pidieron elevar «nuestra oración para que el Señor Jesús los fortalezca, los ilumine. Reafirmamos nuestro acompañamiento hacia todo el pueblo nicaragüense».

«Oramos para que Santa María de Guadalupe, Emperatriz de América, los auxilie y los proteja en estos momentos de dificultad».

El conflicto político social que comenzó el pasado mes de abril a causa de un ajuste al sistema de pensiones y que hoy continúa en contra del gobierno de Daniel Ortega (quien ejerció como presidente entre 1979 y 1990 y retomó la presidencia en 2007 hasta ahora y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo), tiene al pueblo de Nicaragua en manifestaciones por varias ciudades exigiendo la renuncia del mandatario.

La iglesia, encabezada por el obispo de Nicaragua, cardenal Leopoldo Brenes, ha intentado ser mediadora de paz, y voz del pueblo nicaragüense, pero a cambio ha recibido ataques en parroquias con saldos poco favorables. El más reciente se perpetró el 13 de julio en la parroquia Divina Misericordia, donde estaban refugiados varios estudiantes, provocando la muerte de un joven y dejando varios heridos.

El 14 de julio la Conferencia Episcopal de Nicaragua dio a conocer a través de un comunicado que los  obispos  aceptan  «de  buena  fe  ser  mediadores  y  testigos  del  Diálogo  Nacional  poniendo  como  garante  al  pueblo  nicaragüense  y  a  la  comunidad  internacional  que  se  solidariza  con  nuestro  dolor. Nuestra misión  no  se  reduce  a  ser mediadores  y  testigos  en  la mesa  del diálogo,  sino  que,  dada  la  dimensión profética  de  nuestro  ministerio,  nos  hemos  visto  en  la  urgencia  de  asistir  a  los  lugares  de  conflicto  para  defender  la  vida  de  los  indefensos,  llevar  el  consuelo  a  las  víctimas  y  mediar  a  fin  de  lograr  una  salida  pacífica  a  la  situación».

Los obispos lamentan la represión, la muerte y los heridos y denuncian la poca seriedad del diálogo por parte del gobierno de Daniel Ortega para poner fin al conflicto. 

Redacción

 

Publicado en la edición impresa de El Observador del 22 de julio  de  2018 No. 1202

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