Por Mónica Olvera
Generalmente se considera que una mujer tiene infertilidad cuando después de un año teniendo relaciones aleatoriamente sin anticonceptivos, no se embaraza. En muchos casos, al acudir a un médico en búsqueda de ayuda, no se encuentra el por qué de la infertilidad o se afirma que aparentemente todo está perfecto en el organismo, sin haber hecho realmente un diagnóstico completo. Posteriormente se prescriben tratamientos hormonales que suelen ser poco efectivos por no estar basados en la situación y necesidad concreta de la paciente. Si esto no funciona se sugiere pasar a la inseminación artificial, la fecundación in vitro, la donación de gametos e incluso la renta de vientres.
Estas últimas alternativas tienen importantes implicaciones, siendo las más profundas, las éticas:
- Supone una herida a la entrega y fidelidad matrimonial el tener que recurrir a la obtención de semen a través de la masturbación, la cual se liga a la pornografía; o el involucramiento de un tercero ajeno a la pareja, resultando de alguna forma, más de un padre y una madre.
- La concepción no es consecuencia inmediata de una relación sexual humana y amorosa sino de un manejo frío de laboratorio.
- Los riesgos médicos asociados a la hiperestimulación ovárica, que pueden conducir a embarazos múltiples que son de alto riesgo o a la sobreproducción de embriones in vitro que al no ser todos implantados en el útero, enfrentan al grave conflicto de tener que decidir cuáles se implantan y cuáles no, asumiendo se quiera o no, su abandono en un congelador, su uso comercial o de investigación y su eventual destrucción.
Y después de todo, nadie asegura que habiendo pagado dicho procedimiento, se tenga un bebé en brazos. Tal “avance científico” deja un mal sabor de boca al constatar el retroceso en contra de la dignidad humana. Desde la primer niña probeta nacida en 1978, la investigación médica enfocada al estudio del ciclo menstrual y procreador, en gran parte se detuvo, por esta supuesta “solución”. Sin embargo pocos saben que paralelamente hubo doctores que vislumbraron que éste no era el camino para ayudar a parejas que deseaban tener un hijo; y más bien se dedicaron a seguir estudiando los multifactores que intervienen en la procreación, partiendo de datos que la misma mujer observaba y registraba a lo largo de su ciclo menstrual, los cuales mostraron indicar patrones ciertos y precisos sobre el estado de la fertilidad y salud reproductiva, desarrollando así el Creighton Model FertilityCare System.
Estos hallazgos dieron pie a la NaProTecnología, una ciencia especializada en el diagnóstico y tratamiento de las causas de la infertilidad, que toma como base y referencia la información obtenida por la mujer siguiendo el Modelo Creighton, tanto para los estudios diagnósticos como para la medicación, de forma que se corrijan efectivamente las alteraciones y se mejoren las condiciones para una concepción saludable y natural. El objetivo primario es brindar a la mujer los medios para mejorar su salud y calidad de vida y así remover los obstáculos para el logro del embarazo. En cuanto a su efectividad está por encima de las técnicas de reproducción asistida con un costo más bajo y sin los problemas y riesgos antes mencionados. El Sistema Creighton FertilityCare comprende además un área de apoyo a la unidad matrimonial, alentando el involucramiento de ambos, el fomento de su comunicación y comprensión de su sexualidad.
Mónica Olvera es licenciada en Educación y Desarrollo con un diplomado de Teología del Amor, especialista en el Creighton Model System, da pláticas prematrimoniales.
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