El mundo cada vez se vuelve más ruidoso, las relaciones personales son a distancia y tecnológicas; es un nuevo escenario para muchos, las generaciones son diversas, cada una con características propias que resignifican las formas en cómo se relacionan unos con otros. Sin embargo, hacer una pausa para escuchar al vecino, al amigo, al hermano, pareciera que es un arte nuevo, ese que tenemos que descubrir.

Por Mary Velázquez Dorantes

La tarea de estos nuevos tiempos está relacionada con intentar entender al otro, compartir con el otro y escuchar al otro; es un golpe de tajo al individualismo, al egoísmo y al egocentrismo. Buscar la complicidad con quienes me rodean a modo de saber qué sucede en los entornos y ser misericordiosos activos. Escuchar es la nueva forma de estar presentes en la vida de los demás; escuchar es la nueva versión de los afectos, pero, sobre todo, escuchar es la tarea de encontrarse con los demás. La humildad de este nuevo ser humano se tiene que ver reflejada en el arte de la escucha. Es por ello que te presentamos tres formas de hacerlo:

EL SILENCIO

No existe nada más propicio para un individuo que el silencio. Si lo que existe alrededor es ruido, entonces se requiere silencio para prestar atención sobre los otros. La idea de estar en silencio nace de la necesidad de mejorar la atención, sin perturbaciones o distorsiones. Se trata de la gran ventana para observar el interior y el exterior de las personas. A simple vista pareciera muy fácil mantener silencio; no obstante, es una tarea complicada que se complica a la par de la tecnología, el bullicio social y la falta de la indumentaria para encontrar quietud y calma.

Los científicos apuntan que el ruido desconecta nuestras emociones, mientras que el silencio permite conectar con lo que sienten los demás, aporta energía y ayuda a reducir los niveles de estrés.

Cuando se guarda silencio las personas regulan su interacción con los demás, mientras que el cuerpo humano responde de forma activa nivelando los estados de salud. Incluir 30 minutos de silencio en la vida puede cambiar las formas de relacionarse con quienes te rodean.

Para escuchar a los demás son necesarias las pausas, dejar de hablar y, sobre todo, apagar los aparatos tecnológicos. El silencio ayuda a ser solidarios, amorosos, humildes. Se trata de un espacio íntimo, reflexivo, sin prejuicios y cuestionamientos, renunciar al quiero o deseo personal e intercambiarlo por el me quieres y deseas del otro.

CONECTA CON EL CORAZÓN

Hacer una pausa para encontrarte con los otros significa escucharlos con el corazón. El diálogo entre quien escucha y quien habla rea-firma la confianza mutua, se gene- ra el respecto y la atención por las diferentes necesidades que rodean al hombre. La parte emocional de escuchar está fuertemente vinculada a limitar los errores, evitar los malos entendidos y comprometerse a un cambio.

Escuchar es el bien intangible de los afectos, las ideas o los pensamientos de quien escucha. Y los demás se li- beran de ansiedad y, sobre todo, de la prisa, un efecto colateral del mundo actual. La empatía con los otros se genera cuando prestamos atención a sus emociones. Es la condición crucial para generar la capacidad del amor sincero, sin arrebatos; escuchar significa entender y depurar las emociones negativas.

Cuando se escucha con el corazón la imaginación se activa y el sentido de la expresión se desarrolla potencialmente. La función de la escucha activa las intenciones positivas. El diálogo y la conversación parten de un tiempo presente, real, que les in-      dica a los otros que son importantes en la vida. Cuando las personas prestan atención y escuchan a los otros se reduce la sensación de muerte e incluso el suicidio.

ROMPER LA BARRERA DEL MIEDO

No existe mayor conflicto con el mundo que el miedo, miedo de pres-tar atención cuidadosa a lo que les sucede a los otros. Por lo tanto, es necesario romper la barrera del miedo cuando abres tus oídos a quienes te rodean. Es común que al inicio se desee interrumpir o aconsejar, el miedo hace creer que estamos escuchando; sin embargo, es necesario controlar estos impulsos.

Mirar con atención a quien habla, observar los detalles, no querer competir con las anécdotas, son los pri-meros pasos para erradicar el miedo, dado que muchas veces las personas creen saber escuchar al otro cuando también se está hablando.

El 75% de las conversaciones se reducen a las quejas de la vida, y son el principal origen de los trastornos psicológicos del mundo contemporáneo. Para ello es necesario situar la escucha a un nivel equilibrado, un intercambio que genere estabilidad y no tensión.

La cultura de escuchar activamente significa reducir las competencias, las comparaciones, la indiferencia. Se trata de mantener relaciones positivas y constructivas. Actualmente las personas viven inmersas en sus pensamientos, acuden a terapias por el simple hecho de necesitar quien los escuche, por el miedo de ser juzgados
y señalados.

La tarea para ser un buen escucha es elevar la capacidad de atención y comprensión sobre el otro. Sentarse al lado del otro, estar atentos, intuir el silencio y superar el miedo que significa ser para el otro por un instante.

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