Por Luis Antonio Hernández
La Encuesta Nacional de Vida 2018 revela que en México 8 de cada 10 personas piensan que la vida del ser humano debe ser protegida desde la fecundación.
Asimismo, este estudio demuestra que 9 de cada10 mexicanos no están de acuerdo con el aborto indiscriminado, y que la eliminación de un ser humano, en cualquiera de sus etapas o condiciones, siempre debe ser considerado un delito.
Dentro de la lógica de atención a las mayorías y respeto a la voluntad de los ciudadanos, en la que el presidente electo ha manifestado en diversas ocasiones se sustentarán las decisiones importantes de su gobierno, la opinión de más del 75% de la población en el sentido de que el aborto voluntario es un asesinato en contra un inocente es un argumento que justificaría plenamente la protección y el cuidado irrestricto a la vida y la dignidad humana desde su inicio en la fecundación y hasta su desenlace natural.
Sin embargo, el Derecho a la Vida, es un tema que ha quedado atrapado entre la doble moral y fantasía del discurso del promotor de la cuarta transformación -quien incluso durante su campaña electoral ofreció llevarlo a consulta-, y los afanes liberales e intereses de algunos legisladores de Morena, como Olga Sánchez Cordero, Lorena Villavicencio, y hasta Porfirio Muñoz Ledo, han manifestado sus intenciones de legalizar el aborto.
Apenas hace un par de semanas el coordinador de los diputados federales de ese mismo partido, Mario Delgado Carrillo, adelantó que los aspectos relacionados con derechos humanos quedaran excluidos del catálogo de materias susceptibles de consulta pública, lo cual automáticamente impedirá no solamente ratificar los valores y convicciones en favor de la vida y la familia, característicos de la sociedad mexicana, sino que deja al arbitrio del nuevo régimen y su mayoría parlamentaria el futuro de cuestiones verdaderamente trascendentales para la sustentabilidad y desarrollo de nuestra nación.
Recientemente el Papa Francisco, durante una de sus audiencias generales, refiriéndose al crimen del aborto, realizó una de las declaraciones más duras que jamás hayamos escuchado a un pontífice: «…Es como contratar a un sicario para resolver un problema». Más adelante abundó en su mensaje: «¿Cómo puede ser terapéutico, civil o simplemente humano un acto que suprime la vida inocente e indefensa en su florecimiento?»
A diferencia de la actitud valiente del Santo Padre, en nuestro país sorprende el silencio del presidente electo sobre las diversas declaraciones y propuestas que sobre la despenalización del aborto y los derechos de la mujer han realizado diferentes miembros de su círculo más cercano, quienes parecen ignorar que la protección de la vida humana desde su inicio en la fecundación es un derecho humano fundamental que, además de ser reconocido por diversos ordenamientos jurídicos internacionales, se encuentra también tutelado por el derecho mexicano en 18 constituciones locales.
La ciencia moderna reconoce hoy en día la existencia de un ser humano desde la fecundación y el 74% de la población mexicana, es decir tres cuartas partes del pueblo bueno y sabio a quien Andrés Manuel López Obrador confía la resolución de las principales acciones de gobierno, coincide y se ha pronunciado favor de esta verdad.
¿Será este un razonamiento de valor suficiente para que el nuevo gobierno se atreva a romper la oligarquía liberal que durante las últimas décadas ha erosionado el tejido social en nuestro país, y en su lugar promueva la construcción de un modelo integral de protección a la vida y la dignidad humana?
Publicado en la edición impresa de El Observador del 18 de noviembre de 2018 No.1219