Por Jaime Septién

Rezar por México está muy bien.  Participar en marchas muestra músculo.  Confiar en María de Guadalupe, es excelente, parte de nuestra responsabilidad, pues nos recuerda que ella no hizo nada igual por ninguna otra nación.  Pero hay que ir más allá.

México no comenzó ayer.  La “cuarta transformación” es un eslogan político pegador.  Hay mucha historia detrás.  Mucha fe y mucho esfuerzo de mexicanas y mexicanos como para decir: “ya no hay nada que hacer”.

He leído, releído, batido el libro que Etienne Gilson  (Por un orden católico) escribió hace ochenta años.  Lo hemos discutido Maité, mi mujer, y yo.  El caos que vive México solamente podrá se transformado en orden si en él trabajamos unidos los que somos mayoría, es decir, los católicos (82.7 por ciento de la población según el último censo).

Trabajar, ¿en qué?  En la afirmación del bien común.  Se dice fácil.  No lo es.  Implica conocimiento de nuestra historia, costumbres, valores y retos.  Implica ser solidarios con todos y subsidiarios con el más débil.  Significa sacrificar el yo y poner el interés general por encima de cualquier pretensión personal o de grupo. Significa seguir a Cristo, hacerlo reinar en lo social.

No será el gobierno el que propicie formas católicas de orden.  Su lógica es la lógica del poder.  No será una persona, por más genial que parezca, la que haga el cambio.  Somos todos los que decidamos hoy, desde Cristo Rey y María de Guadalupe, echarnos la Patria al hombro.

TEMA DE LA SEMANA: DE CARA A LOS PRÓXIMOS SEIS AÑOS

Publicado en la edición impresa de El Observador del 2 de diciembre de 2018 No.1221

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