Por Antonio Maza Pereda

En estas últimas semanas y particularmente en los discursos de la toma de posesión, se extraña la ausencia de una oposición al gobierno federal. Desgraciadamente, ésta brilla por su ausencia. Y hace mucha falta. Incluso para el actual gobierno. Pero no cualquier clase de oposición. Una oposición inteligente de la que Jesús Reyes Heroles decía: «El que se opone, apoya».

¿Vendrá esa oposición de la actual clase política? Difícilmente. Un PRD desfondado, con una estampida hacia MORENA, está más preocupado por sobrevivir que por ninguna otra cosa. El PRI, abandonado por su ala política, está buscando en sus tecnócratas cómo recuperar sus fortalezas y como contener la apostasía de los que buscan de qué manera la cuarta transformación les hace justicia. El PAN, amargamente dividido, tendrá mucha suerte si llega con vida a las próximas elecciones federales. Igual que los partidos pequeños que no se han asociado a MORENA.

El 47% de los electores que no votaron a López Obrador se encuentran en una gran duda: los partidos perdedores ¿verdaderamente los representan? 26.5 millones de votantes no pueden simplemente ignorarse. No se puede solucionar su disidencia simplemente diciéndoles, como han hecho algunos miembros de MORENA, que las puertas del país son muy anchas y que se vayan cuando quieran. Si fuera posible, que no lo es, el país sufriría un descalabro mayúsculo.

Por otro lado, no se puede prohibir a esa disidencia que participe o que opine en política. Tienen el derecho y la obligación de participar. No se les pueden quitar sus derechos ciudadanos, como algunos quisieran o como, de facto, ocurrió en la larga noche de la dictadura perfecta y como ocurre en Corea del Norte, Cuba o Venezuela.

Por otro lado, lo que algunos ya llaman «la resistencia», tendrá algunos objetivos, por ejemplo: conservar a los 26.5 millones de mexicanos que votaron en contra de este régimen y capturar a aquellos votantes de MORENA que ya se están arrepintiendo de su voto.

Los instrumentos que han usado hasta ahora no han sido eficaces. Se ha caído, por ejemplo, en una dinámica de insultos. A nadie se va a convencer de que está en el error mediante insultos, motejando a los partidarios de MORENA de Chairos, tontos o algo peor. Las burlas de los opositores sobre el modo de hablar de López Obrador, sobre su edad y la de su gabinete o su modo de vestir, no van a convencer a nadie. Los opositores tendrán que decidir entre evitar los insultos o contestarlos.

Otro instrumento que se está usando son los sentimientos: el miedo, la vergüenza, el desencanto ante las fallas del nuevo gobierno, la impresión de haber sido engañados. Mala táctica: los sentimientos son volátiles y cambian ante cualquier evento. Malamente se puede ser más experto en manipularlos que los genios de la demagogia.

Por supuesto, siempre estará el recurso a la razón. Algo que no es nada fácil. Muchas décadas de mala educación, muchas otras de televisión, nos han convertido en el «Homo videns» de Giovanni Sartori, incapaces de razonar, de seguir un argumento complejo o de fijar la atención.

Y, en los últimos años, la inundación de opiniones no basadas en hechos, que nos ofrece una gran parte de las redes sociales hace difícil basarse en la razón para convencer al votante.

Sin embargo, la razón es el instrumento que tenemos para encontrar la verdad. Y muchos tenemos la confianza en que la Verdad, a la larga, siempre triunfa. El problema es que muchos hemos renunciado a ella y preferimos los trucos de la mercadotecnia política y de la demagogia. Como ha ocurrido desde la época de Sócrates.

En mi opinión, la sociedad civil que no acepta los postulados de MORENA y lo que quede de los partidos de oposición deberían cambiar sus tácticas. Evitar escrupulosamente los ataques personales. Reconocer la razon, cuando los opositores la tengan. Ante las fallas de la nueva administración del Estado, proponer mejores soluciones y señalar las alternativas a las propuestas de los otros. Convencer, no avergonzar. Convencer, no vencer.

Nada fácil, lo reconozco. Habrá que estudiar mucho, reflexionar mucho y tener una gran constancia. No esperar victorias rápidas ni la demostración que cambie de golpe la opinión del electorado. Una brega de eternidad, decía Gomez Morín, y tenía razón. Pero también una brega que ennoblece y que forma. Que hará mejores personas, que hará una sociedad más sólida y una patria fuerte.

Publicado en la edición impresa de El Observador del 9 de diciembre de 2018 No.1222

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