Por Mónica Muñoz Jiménez
Enterarnos de una desgracia siempre será impactante, sin importar en dónde ocurra, sin embargo, cuando los acontecimientos son en territorio nacional, nos sentimos más afectados porque, entre las víctimas, podría haber alguien conocido.
Eso ocurrió el pasado viernes 18 de enero, cuando nos enteramos de una terrible tragedia. Los medios nos informaron que, tras la ruptura de un ducto, los pobladores de Tlahuelilpan, en el estado de Hidalgo, observaron la expulsión de una gran cantidad de gasolina que salía en chorro, como si se tratara de una fuente. Al parecer, la comunidad tenía una semana sin combustible, por lo que cientos de personas llegaron al lugar donde hubo una antigua toma clandestina con contenedores de todo tipo para abastecerse del preciado hidrocarburo. Por los comentarios de algunos testigos, se supo que aquello parecía una fiesta, porque había plática, gritos alegres y hasta risas, pues libremente iban y venían con el producto sin que nadie hiciera algo para impedirlo.
Y es que al lugar llegó un pequeño grupo de soldados que instaban a la gente a retirarse del lugar por tratarse de una situación de peligro, pero al ser superados en número, optaron por no insistir para evitar una confrontación. Hay que decir en su favor que actuaron bien, debido a las circunstancias, porque de haberse desatado la violencia la tragedia hubiera sido peor.
Las redes sociales se han encargado de ilustrar la magnitud de la explosión y el incendio que se desató poco después. Gente que tenía la ropa empapada de gasolina se prendió de inmediato, sin haber nada que pudiera hacerse para ayudarlos. Fueron numerosos los muertos, más de ochenta, según contabilizaban el domingo y muchos heridos.
El lamentable suceso se ha ido transformando con el paso de los días. De primer golpe de compasión ha pasado a la crítica y hasta a la burla, que viene por supuesto, de personas que no piensan lo que escriben, porque han perdido el respeto por el valor de la vida humana. Ante los hechos expuestos, consideremos lo ocurrido:
El robo siempre será un delito. Quienes acudieron por la gasolina incurrieron en robo, sin embargo es inhumano hacer burla de la desgracia ajena. La palabra de Dios es muy clara cuando dice “con la vara que mides serás medido” (Mt 7, 2). No podemos condenar a los hermanos por ceder a la tentación, sólo Dios sabe lo que hay en el corazón de cada uno, a nosotros no nos toca juzgar porque en el intento podemos salir perjudicados, mejor oremos por los que perdieron la vida, los que están hospitalizados y por sus familiares, para que puedan superar pronto su desgracia.
Por favor, el mundo cambiará de acuerdo a lo que nosotros hagamos para transformarlo, las buenas obras son la prueba del verdadero amor y no hay otra manera de demostrarlo, por eso expresó san Pablo: “No se cansen de hacer el bien” (2 Tes 3, 13) Y por si fuera poco, recordemos que es lo que quiere Cristo, que seamos misericordiosos, como el Padre es misericordioso (Lc 6, 36), porque es una promesa suya: el que es misericordioso, alcanzará misericordia (Mt 5, 7).
Hagamos la diferencia en este mundo cada día más torcido.
Que tengan una excelente semana.