Es verdad que no es necesario leer para alcanzar la vida eterna —por ejemplo, san Isidro Labrador no sabía hacerlo—, pero ciertamente ésta es una herramienta que puede ayudar a avanzar mucho en la vida espiritual, y también en la misión que Dios da a cada uno.
Vale la pena recordar lo que la Virgen María le dijo a la niña Lucia Dos Santos, una de los tres videntes de Fátima, en la segunda aparición, la del 13 de junio de 1917: «Quiero que vengas el día 13 del mes que viene, reza el Rosario todos los días y aprende a leer. Más tarde te diré lo que quiero».
Lucía tenía en ese momento 10 años de edad, y ella, como sus primos Francisco y Jacinta Marto nunca habían ido a la escuela, algo normal para su época y condición social.
Llama la atención que la Virgen no le pidiera lo mismo a los hermanitos Marto; pero es que su vida sería muy breve y ellos ya tenían otra misión, una de tiempo completo, por la cual ya no habría la oportunidad ni que aprendieran ni utilizaran la lecto-escritura: Francisco, de 9 años, recibió la misión —especialmente mediante el rezo constante del Rosario, que cumplió fielmente— de consolar a Jesús por las ofensas que recibe; y falleció a los 10 años de edad a causa de la mal llamada gripe española.
Jacinta, de 7 años, fue escogida por el Cielo para la encomienda de «sufrir por la conversión de los pecadores, en reparación de los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María y por el amor de Jesús», y murió igualmente por la gripe española a la edad de 10 años.
Pero para Lucía fue muy importante que aprendiera a leer y escribir, pues de ese modo, cuando ya era religiosa, además de escribir un diario, pudo poner, bajo las indicaciones que más tarde le dio la Virgen, los tres «secretos» de Fátima por escrito.
Redacción.
TEMA DE LA SEMANA: DE VERDAD LA LECTURA TRANSFORMA
Publicado en la edición impresa de El Observador del 10 de marzo de 2019 No.1235