“Queridos jóvenes, no acepten que usen su juventud para fomentar una vida superficial, que confunde la belleza con la apariencia. Mejor sepan descubrir que hay hermosura en el trabajador que vuelve a su casa sucio y desarreglado, pero con la alegría de haber ganado el pan de sus hijos. Hay una belleza extraordinaria en la comunión de la familia junto a la mesa y en el pan compartido con generosidad, aunque la mesa sea muy pobre. Hay hermosura en la esposa despeinada y casi anciana, que permanece cuidando a su esposo enfermo más allá de sus fuerzas y de su propia salud».

Este es, tan solo, un párrafo de la intensa Exhortación Apostólica Christus Vivit, Cristo vive, con la que el Papa Francisco resume el Sínodo celebrado por la juventud el año pasado, y al mismo tiempo, pone las manecillas del reloj de la Iglesia al ritmo del tiempo de los jóvenes del siglo XXI. Es difícil que llegue a los jóvenes este documento invaluable. Todos los medios de comunicación católicos podríamos –deberíamos—hacer un «aterrizaje» de esta Exhortación. No es que lo pida el Papa, es que así lo exige la tremenda confusión que viven los jóvenes en la actualidad, fruto de nuestra desidia y de nuestro desgano para transmitirles la fe en Cristo vivo.

Nosotros, en El Observador, vamos a realizar, la próxima semana, que coincide con el Domingo de Ramos, un breve ejercicio de propuesta de los puntos esenciales del documento en la sección central de «Ser Joven». No es, ni con mucho, el ejercicio definitivo. Pero va a ayudar a más de un joven reacio a, siquiera, considerar a la Iglesia como alguien que le pudiera hablar al corazón… y cambiar su vida de la soledad digital (que es la soledad más sola) al acompañamiento del amigo que no traiciona jamás: Jesús.

El Observador de la Actualidad

Publicado en la edición impresa de El Observador del 7 de abril de 2019 No.1239

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