La pintura de los exvotos fue una tradición que fue introducida a lo que hoy es México por los colonos españoles, y que durante el siglo XVIII adquirió su carácter mexicano separándose del estilo de la Península Ibérica.
Pero las pinturas no fueron las primeras formas de exvotos católicos en estas tierras; de hecho, el primer exvoto realizado aquí fue una joya.
Se trata del «Alacrán de Oro», llevado al santuario de Guadalupe en Extremadura, España, por Hernán Cortés, en muestra de gratitud a la Madre de Dios después de que el conquistador español le rogara su intercesión y lograra salvar su vida tras la grave mordedura del reptil venenoso conocido como «escorpión» o «lagarto de cuentas» (Heloderma horridum) en Yautepec, hoy estado de Morelos. El «Escorpión de Oro» fue elaborado por orfebres nativos de México por encargo de Cortés.
En cuanto a los exvotos en forma de pinturas, se usaron en la Nueva España desde el siglo XVI, y, como ocurría en la Europa del siglo XV, éstas sólo estaban al alcance de las personas de alcurnia.
Estos exvotos fueron pintados originalmente sobre lienzos, pero como la tradición se hizo popular, la práctica de la pintura se extendió a la hojalata, que era barata y fácil de conseguir, convirtiéndose en un medio accesible para los artistas y artesanos locales.
Había dos tipos de exvotos pictóricos: unos con imágenes estáticas de un santo o personaje, y otros con un milagro plasmado. Durante el siglo XVI se comenzó a establecer la versión narrativa.
De este modo, los exvotos en pintura acabaron teniendo estos tres elementos básicos: la ilustración representada del evento, la narración, y la ilustración del santo involucrado, de la advocación mariana o de Dios.
TEMA DE LA SEMANA: EXVOTO, UN TESTIMONIO POPULAR DE LA AYUDA CELESTIAL
Publicado en la edición impresa de El Observador del 7 de abril de 2019 No.1239