Algunos datos poco conocidos
SE APARECIÓ A SU MADRE
Sor María de Jesús de Ágreda, religiosa española del siglo XVIII, dice que al momento de la Resurrección la Santísima Virgen María de algún modo lo supo «y comenzó a disponerse para la visita, que estaba ya muy cerca». Efectivamente, su Hijo, «resucitado y glorioso, acompañado de todos los santos y patriarcas» rescatados, se le apareció. «Postróse en tierra la siempre humilde Reina y adoró a su Hijo santísimo, y Su Majestad la levantó y llegó a sí mismo».
La beata Ana Catalina vio que al momento de la Resurrección «la Santísima Virgen oraba interiormente llena de un ardiente deseo de ver a Jesús» y un ángel le dijo dónde debía verlo. Salió del Cenáculo sin avisar a nadie y Jesús se le apareció acompañado «de una multitud de almas y patriarcas. Jesús, volviéndose hacia ellos dijo: ‘He aquí a María, he aquí a mi Madre’». Luego «las almas de los patriarcas se inclinaron ante la Madre de Jesús. El Salvador mostró sus heridas a su Madre, que se prosternó para besar sus pies, mas Él la levantó y desapareció».
Decía san Juan Pablo II: «Los evangelios no nos hablan de una aparición de Jesús resucitado a María. De todos modos, como Ella estuvo de manera especialmente cercana a la cruz del Hijo, hubo de tener también una experiencia privilegiada de su resurrección».
Que Jesús resucitado se apareció a la Santísima Virgen es algo que la Iglesia siempre ha creído; por eso hay pinturas que representan ese hecho, y hasta un antiguo poema del siglo V, escrito por el poeta cristiano Sedulio.
LAS HORAS EN EL SEPULCRO
Cuando los escribas y fariseos le pidieron a Jesucristo una señal acerca de su mesianismo, Él les respondió: ««Esta generación malvada y adúltera reclama un signo, pero no se le dará otro que el del profeta Jonás. Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez, así estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches» (Mt 12, 39-40).
Para el fundamentalismo protestante esto debe ser tomado al pie de la letra, de modo que considera que Cristo estuvo muerto exactamente 72 horas (24 horas X 3 días); y puesto que murió a la hora nona (3 pm) y fue sepultado apresuradamente ya muy cerca del sábado judío (que inicia a las 6 PM del viernes), entonces el cuerpo del Señor habría estado en el sepulcro 69 horas (72 menos 3) antes de resucitar.
Sin embargo, en estas conclusiones se pasa por alto que en la cultura hebrea de aquel tiempo no hay choque alguno entre «tres días» y «al tercer día», pues pueden entenderse como equivalentes. Y anunció san Pedro que Jesús: «Resucitó al tercer día» (Hch 10, 40). De hecho el Nuevo Testamento declara once veces que la Resurrección fue en el «tercer día»
Las Sagradas Escrituras atestiguan también que Jesús murió dentro de la hora nona, y que resucitó antes de la salida del sol del primer día de la semana (hoy llamado Domingo), así que su estancia en el sepulcro fue mucho menor a las 69 horas.
A sor María de Jesús de Ágreda le fue dictado celestialmente que «estuvo el alma santísima de Cristo nuestro Salvador en el limbo [el Hades, lugar de los muertos] desde las tres y media del viernes a la tarde hasta después de las tres de la mañana del domingo siguiente», o sea 39 horas. Por tanto, 36 horas en el sepulcro antes de salir victorioso.
LO QUE PASÓ CON CASIO Y LOS OTROS SOLDADOS TESTIGOS DE LA RESURRECCIÓN
Se le conoce como san Longinos al soldado romano que atravesó el costado de Jesucristo crucificado. Su verdadero nombre era Casio o, de forma más completa, según antiguas tradiciones, Cayo Casio. El apodo «Longinos» hace alusión a la alargada lanza que usó para verificar si Cristo ya había muerto a fin de no quebrarle las piernas.
El centurión que exclamó «¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!» (Mc 15, 39) no era Casio sino Abenadar, que se convirtió y dejó al instante su puesto, quedando Casio, el segundo oficial, a cargo. Casio tenía un problema de visión —era bizco—, y la sangre y agua que brotó del costado de Jesús lo salpicaron, quedando curados sus ojos y convirtiéndose a Cristo inmediatamente. La beata Ana Catalina relata que, después de esto, vio que Casio, que tenía unos 25 años de edad, le pidió a Poncio Pilato que lo pusiera en la guardia que custodiaba el sepulcro de Jesús:
«Había seis o siete guardias de pie, o sentados… El Santo Sepulcro, todo entero, me recordó muchas veces el Arca de la Alianza en diversas épocas de su historia. Quizás la luz y la presencia de los ángeles eran visibles para Casio, pues estaba en contemplación delante de la puerta del sepulcro como quien adora al Santísimo Sacramento…
«Vi como una gloria resplandeciente entre dos ángeles vestidos de guerreros: era el alma de Jesús que, penetrando por la roca, vino a unirse con su cuerpo Santísimo. Vi los miembros moverse, y el cuerpo del Señor, unido con su alma y con su divinidad, salir de su mortaja, radiante de luz… Jesús, resplandeciente, se elevó por medio de la peña. La tierra tembló: un ángel parecido a un guerrero se precipitó del cielo al sepulcro sobre ella. Los soldados cayeron como muertos, y estaban tendidos en el suelo sin dar señales de vida. Casio, viendo la luz brillar en el sepulcro, se acercó, toco los lienzos solos, y se retiró con la intención de anunciar a Pilatos lo sucedido… Había visto al ángel echar la piedra a un lado y el sepulcro vacío».
Casio contó todo lo que vio, y «añadió que Jesús era ciertamente el Mesías, el Hijo de Dios, y que había resucitado verdaderamente. Pilatos escuchó esta relación con terror secreto; pero, sin demostrarlo, dijo a Casio: ‘Tú eres un supersticioso’».
Luego «vinieron cuatro soldados a hacer la misma relación a Pilatos», y éste los mandó con Caifás. «Tomaron a los soldados uno por uno, y a fuerza de dinero o de amenazas, los forzaron a que dijeran que los discípulos se habían llevado el cuerpo de Jesús mientras dormían».
Pero los soldados «perseveraron en lo que habían dicho, y hablaron tan libremente… que los pusieron en la cárcel. Los otros esparcieron la voz de que los discípulos se habían llevado el cuerpo de Jesús, y este embuste fue extendido por los fariseos, los saduceos y los herodianos, y divulgado por todas las sinagogas».
En cuanto a Casio, tampoco quiso formar parte de la conspiración de los fariseos y sacerdotes, y éstos planearon matarlo. Enterado de esto último, Casio se quitó el uniforme militar, pidió el Bautismo a los Apóstoles y se fue a Capadocia, donde oraba intensamente, hacía ayunos rigurosos y predicaba, con lo que convirtió a muchos paganos al cristianismo
Los judíos consiguieron que Poncio Pilato emitiera una orden por la cual san Cayo Casio Longinos fue buscado y decapitado.
TEMA DE LA SEMANA: ANÁLISIS DE UN HECHO PORTENTOSO
Publicado en la edición impresa de El Observador del 21 de abril de 2019 No.1241