Por P. Fernando Pascual

Uno de los temas más ricos y complejos en la filosofía de la educación consiste en analizar las relaciones entre los actos educativos y la vida social.

El tema es tan viejo como la humanidad, pues en cada proyecto por ayudar a un niño (o a un adulto) a aprender algo se busca, directa o indirectamente, promover su inserción en la sociedad.

De aquí nacen una serie de preguntas, cada una de las cuales requiere análisis no fáciles y encuentra respuestas diversificadas, o incluso contrapuestas.

La primera pregunta es la más radical: ¿cómo explicar correctamente la relación entre la persona concreta y la sociedad? ¿Ha de subordinarse la primera a la segunda? ¿O la segunda sirve solo para promover los intereses individuales?

La segunda pregunta, que depende de la anterior, nos pone ante la discusión sobre lo que sea admisible en la vida social (y así habría que promoverlo en la educación) y lo que hay que evitar o incluso castigar (y así los educadores buscarían alejar a sus alumnos de ello).

La tercera pregunta busca enumerar aquellas metas que se espera alcanzar por medio de la educación: ¿cuáles serían los «mínimos» que cada uno necesitaría aprender para entrar a formar parte de la vida social?

La cuarta se fija en los modos a través de los cuales la educación podría promover una aceptable integración de los nuevos miembros en las agrupaciones de los adultos. Entre esos nuevos miembros unos llegan de modo natural (los hijos), y otros como emigrantes (con un bagaje que no siempre encaja bien con la sociedad que los recibe).

Responder a estas (y otras preguntas) no resulta fácil, sobre todo en un mundo pluralista donde conviven modos muy diferentes de entender al ser humano, a la sociedad, a la ética, y a los caminos que ayuden a armonizar las diferentes maneras de pensar y de vivir.

Más allá de las diferencias, la filosofía de la educación debe afrontar estas y otras preguntas que van a un núcleo importante, ineliminable: ¿cómo los educadores, en la familia, en la escuela, en cualquier otro ámbito, pueden promover una sana convivencia social y un modo maduro de acompañar a las personas en el camino de integración en las comunidades en las que viven?

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