Por Josefa Romo
Desde el Siglo XIX, octubre se considera “el mes de Rosario”. Se debe al Papa León XIII. Esta oración mariana se origina en el siglo IX con el rezo de 150 Avemarías en sustitución del Salterio, que hacían los mojes iletrados. En el siglo XIII el rezo del rosario tomó forma parecida a la actual. En 1208, se le apareció la Virgen al Fundador de la Orden de Predicadores, Santo Domingo de Guzmán, con un rosario en la mano; le enseñó a rezarlo y le pidió que lo divulgara. El Santo pudo comprobar innumerables favores y muchos milagros con la oración del Santo Rosario. En el siglo XVI, se popularizó con el Papa San Pío V, dominico, quien pidió que se rezara para implorar la victoria de la flota cristiana contra los turcos, que amenazaban a la Cristiandad y querían dominar Europa. Él mismo dio ejemplo: recorría descalzo las calles de Roma con el rosario en la mano. Para agradecer la victoria – Lepanto, 7 de octubre de 1571-, estableció la “Fiesta de Nuestra Señora de las Victorias”, a la que el Papa Gregorio XIII llamó “Fiesta de Nuestra Señora del Rosario”.
El rezo del Rosario por las calles, cantadas las Avemarías, comenzó en Sevilla, en el siglo XVII, y, en el XVIII, los días festivos salían de madrugada los hombres a rezarlo y por las tardes las mujeres.
Las Apariciones de la Virgen en Lourdes (1858) y en Fátima (1917) dieron fuerte impulso al rezo del Rosario. En Lourdes, la Virgen, con un rosario en la mano, pidió, a Santa Bernardita, “oración y penitencia” por la conversión de los pecadores. En Fátima, a tres pastorcitos, además, por el fin de la Guerra (Primera Guerra Mundial) y por la Paz del Mundo.
Digo a mis hijos que el mayor promotor del rezo masivo del Santo Rosario fue el Padre jesuita Venerable Tomás Morales ( 1908- 1994), Fundador de los Cruzados y Cruzadas de Santa María. Continúan los Cruzados, que organizan el “Gran Rosario de la Aurora” los últimos sábados de mayo por diversas ciudades de España y de América.