Por José Francisco González, obispo de Campeche

La cuaresma tiene un trasfondo bíblico en su mismo significado. En efecto, durante 40 años el pueblo de Israel caminó atravesando la Península del Sinaí para llegar al paso del Río Jordán, e ingresar a la tierra prometida por Dios. 40 años gobernó David el reino unificado de Israel; pero el 40 más significativo es el dato del Evangelio. Cristo, antes de comenzar su vida apostólica, fue llevado por el Espíritu al desierto. Allí permaneció en ayuno, penitencia y silencio de oración. La obra que viene a instaurar, el Reino de Dios, tendrá muchas dificultades y causará muchas confusiones. Es por eso que irse al desierto es una manera de decir, se fue a poner en las manos de Dios, su Padre.

El papa Francisco nos advierte que para apreciar y abrazar el Misterio de Dios en medio de nosotros necesitamos hacer un camino espiritual serio y profundo. Si no hay una buena preparación no aprovecharemos del todo la libertad que Dios nos ofrece. Dios nos da una vida nueva, libre de toda esclavitud, por bonita y placentera que la esclavitud sea.

El mensaje papal retoma una frase que dirigió a los jóvenes con el documento emanado del Sínodo: “Mira los brazos de Cristo crucificado, déjate salvar una y otra vez. Contempla su sangre derramada con tanto cariño y déjate purificar por ella” (ChV, 123).

Dios nos concede iniciar, de nuevo, el providencial tiempo de cuaresma. La cuaresma es para preparar el espíritu y el cuerpo para una vida nueva. Para este año el Papa nos ha dado un mensaje motivador. La frase bíblica, que motiva ese mensaje es de San Pablo: “En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios” (2 Cor 2,20).

LA RENUNCIA Y LA LIMITACIÓN SON UN BIEN

La cuaresma es, también, un tiempo propicio para infundir en nosotros y en nuestros amigos y familiares la sana limitación y favorecer la amorosa renuncia a ciertos bienes, aunque no sean necesariamente malos.

Los nutriólogos nos dicen que comer y beber demasiado repercute en la salud. Por eso, ellos nos enseñan a “saber comer”, que en eso consiste la dieta. Los traumatólogos nos indican evitar aquellas actividades que afectan nuestros huesos, articulaciones y músculos. Si nos damos a excesos, luego tenemos que recibir prótesis en nuestros cuerpos.

Así también el alma y el espíritu tienen necesidad de sanas limitaciones. Si no ponemos límites a ciertos comportamientos y ciertas diversiones dispersantes, ¿cómo voy a ordenar los apetitos e impulsos carnales y espirituales desenfrenados? Se requiere, pues, una sabia decisión de buscar el orden que nos lleve a Dios.

En los días de carnaval previos a la cuaresma, que hemos iniciado con la “Señal de Ceniza”, se dio rienda suelta a la dispersión y a la abundancia de placeres corporales. Al igual que en nuestras ciudades, en otros lados se invierte mucho en los carnavales. En éstos hay un desfile de telas coloridas, de rítmica música, de etílicas bebidas.

Si se quiere vivir en la libertad interior hay que ordenar los espíritus interiores que nos invitan al desbordamiento del orden.

La limitación y la renuncia, en su significado bíblico, son para compartir con los más necesitados lo que Dios nos ha dado.

LA LIBERTAD SE EDIFICA SOBRE LA VIDA

Finalmente, la cuaresma nos debe poner en el riel justo; es decir en valorar la vida de todos, sobre la cual se edifica la libertad. Esa vida nace en la familia. Hay que luchar por la familia unida y amorosa. La vida respetada vence la irracional violencia. Si se quiere acabar con la violencia, aprendamos en familia a respetar la vida. Comenzamos el mes de marzo, tendremos la Semana de la Familia. No dejemos que ideas que llevan a cegar la vida naciente, quieran imperar sobre las que Dios eligió (las mujeres) para ser santuarios de vida.

¡Danos, Señor, tu Espíritu!

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