Por Ana Paula Morales
Con ocasión de la cuarentena que vive Francia, Italia, España y varios países más. El Santo Padre, el Papa Francisco nos invitó a “redescubrir y profundizar el valor de la comunión que une a todos los miembros de la Iglesia”. “Es una unión que se nutre de la oración, pero también de la comunión espiritual con la Eucaristía, una práctica muy recomendable cuando no es posible recibir el Sacramento”. En el Concilio de Trento fue muy recomendada.
A continuación le recomendamos algunas “comuniones espirituales” que muchos santos utilizaron en el caminar de su vida interior.
El fundador del Opus Dei, San Josemaría Escrivá oraba la siguiente comunión espiritual “ «Yo quisiera, Señor, recibiros con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los Santos». Se encuentra en el catecismo del Padre Romo, solo que San Josémaría le cambió amor por fervor, y un pequeño arreglo la hace más sencilla. [1]
San Alfonso de Ligorio escribió “Jesús mío, creo que estás presente en el Santísimo Sacramento. Te amo sobre todas las cosas y te deseo en mi alma. Como ahora no puedo recibirte sacramentalmente, entra al menos espiritualmente en mi corazón. Como si ya estuvieras allí, te abrazo y me uno completamente a ti; no permitas que alguna vez me separen de ti”.Esta oración la solía decir mucho durante el día Santa Madre Teresa de Calcuta.
Anónimo“Oh Inmaculada Reina del Cielo y de la Tierra, Madre de Dios y Mediatriz de toda gracia: creo que Tu amado Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, está verdaderamente, realmente y sustancialmente contenido en el Santísimo Sacramento. Lo amo sobre todas las cosas y anhelo recibirlo en mi corazón. Como ahora no puedo recibirlo sacramentalmente, sé tan bueno como para colocarlo espiritualmente en mi alma”.
Oh mi Jesús, te abrazo como Aquel que ya ha venido, y me uno completamente a Ti. Nunca permitas que me separe de ti. Amén.
Anónimo“Como hoy no puedo disfrutar de la felicidad de asistir a los santos Misterios, ¡oh Dios mío! Me transporto en espíritu al pie de tu altar; Me uno a la Iglesia que, por manos del sacerdote, te ofrece a tu adorable Hijo en el Santo Sacrificio; Me ofrezco con Él, por Él y en Su Nombre. Adoro, alabo y te agradezco, implorando tu misericordia, invocando tu ayuda y presentándote el homenaje que te debo como mi Creador, el amor debido a Ti como mi Salvador.
Aplícate a mi alma, te suplico, oh Jesús misericordioso, tus méritos infinitos; aplíquelos también a aquellos por quienes particularmente deseo orar. Deseo comunicarme espiritualmente para que Tu Sangre pueda purificar, Fortalecer Tu Carne y Tu Espíritu me santifique. Que nunca olvide que Tú, mi divino Redentor, has muerto por mí; que pueda morir a todo lo que no es Ti, para que en adelante pueda vivir eternamente contigo. Amén”.