Por P. Fernando Pascual
El mundo impone temas, suscita miedos, promueve necesidades, viraliza campañas. Muchos se dejan arrastrar por la corriente.
Existe, sin embargo, un modo diferente de pensar. No queda ahogado en lo inmediato. No condesciende a las presiones de unos u otros.
Ese pensar se dirige a lo que realmente importa: al sentido de la vida, a lo que exista tras la muerte, a la verdad que no pasa, a la justicia más allá de las apariencias.
Es un pensar que entiende mejor el sentido de una epidemia, las alternativas en medio de una crisis, los espacios que el amor tiene ante sí en medio de un fracaso.
Es un pensar que acoge a Dios, presente en la historia humana de un modo especialmente intenso con el nacimiento del Hijo de Dios e Hijo de María.
En ocasiones, quien piensa de modo diferente es incomprendido, marginado, aislado. Tratan de silenciar sus palabras y de despreciar su conducta.
Pero eso no le da miedo. Está afianzado en el deseo irrenunciable de verdad, belleza, justicia. Eso lo hace fuerte. Por eso la corriente no lo arrastra.
¿Podemos también nosotros entrar en ese modo rico, fecundo, atrevido, de quienes piensan por su cuenta y dejan a un lado modas ideológicas y temas impuestos por otros?
Parece difícil, incluso arriesgado. Si al mismo Cristo lo consideraron loco, ¿cómo no será despreciado quien recibe al Maestro en su casa y lo acepta como Salvador?
El mundo sigue con sus prisas tras fantasmas que no salvan, tras modas envejecidas antes de tiempo, tras iluminismos falsos que dejan los corazones llenos de tinieblas.
Pero cuando un hombre abre su mente a una manera diferente de pensar, encuentra las pistas para reconocer el sentido auténtico de la existencia, que consiste en dejarse amar por Dios, y en aprender a amar a los hermanos…