Jorge Luis Morales es originario de Tapachula, Chiapas, México. Es licenciado en Ciencias de la Familia por la Universidad Anáhuac. Estuvo como seminarista en familia de la Arquidiócesis de Guadalajara por 2 años en donde trabajó con adolescentes en secundarias públicas a través del programa AXIOS Misión Mujer A.C. Actualmente es seminarista del Curso Introductorio de la Diócesis de Tapachula

Por Rubicela Muñiz

Jorge, cuéntanos un poco sobre quién eres y quién transmitió en ti la fe

▶ Difícil pregunta para comenzar. Podría definirme como un joven católico, alegre, movido, amado, con un gusto enorme por la música, el cine y la natación.

Respecto a la fe, de manera más concreta, puedo situarlo en 3 apoyos esenciales: la familia, la parroquia y la escuela.

¿Cuál es la historia sobre tu llamado?

▶ Yo estaba por terminar mi carrera universitaria, me preparaba para servir como familiólogo a los matrimonios y personas en general como un buen esposo y profesionista entregado, pero Dios me fue poniendo diversas pistas en el camino para mostrarme sus planes. Fui dejándolas de lado, una tras otra, hasta que asistí a un Encuentro Nacional y un padre invitado a dar el tema mencionó que “hacen falta sacerdotes que se entreguen por las familias”. Fue ahí donde resonó esa voz muy fuerte en mi corazón, y, orando frente al Santísimo Sacramento, me di cuenta que no eran mis deseos, sino una llamada fuera de mí.

Como todo, tuve que llevar un proceso de discernimiento vocacional con grandes sacerdotes y aprender que no existe un único “sí”; por el contrario, se tiene que ir aprendiendo a escuchar los llamados cotidianos de Dios e ir dando los “síes” de cada día.

¿Por qué tu inclinación por la rama familiar?

▶ Como familiólogo no puedo ser reduccionista y decir que todo está en la familia, pero sin duda puedo descubrir que el papel del matrimonio y la familia es fundamental para el desarrollo humano, sociológico, psicológico, espiritual y emocional de toda persona.

Estoy convencido de que la familia, instituida por Cristo a través del sacramento del matrimonio, es la Buena Nueva de Dios para el mundo y que vale la pena apostar por ella, como laicos, como sacerdotes o en la vida religiosa.

¿En este confinamiento cómo ha cambiado tu etapa de formación?

▶ Una de las herramientas básicas que se aprenden en el seminario es el discernimiento. Cada día se medita el Evangelio del día, se tiene un momento de oración y se pregunta a Dios qué es lo que quiere de mí en este día específico. Creo que eso, en lo personal, me ha ayudado a ver este tiempo como un llamado especial de Dios para mí, para mis hermanos de comunidad y para los seminaristas o religiosos que estamos viviendo este tiempo de formación en casa.

¿Qué consejo le darías a nuestros jóvenes lectores para que le saquen el mayor provecho a este confinamiento?

▶ Existe un mundo bellísimo más allá de las pantallas y es un mundo digno de echarle un vistazo. Aun detrás de acontecimientos dolorosos, este mundo sigue necesitando urgentemente de santos que estén dispuestos a darlo todo.

No es una vida fácil, tenemos que luchar mucho cada día. A pesar de ello, si sientes el llamado a entregarte en serio, no lo abandones, sea para el sacerdocio, la vida consagrada o el matrimonio; da pavor entregar la vida, y yo lo he sentido, pero la sensación de saberse cumpliendo un llamado, una misión, el proyecto de Aquél que te creó y te ama desde la eternidad, no tiene comparación. Dios les acompañe en su discernimiento.

Publicado en la edición semanal digital de El Observador del 14 de junio de 2020. No. 1301

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